
Después de años de promesas, retrasos y movilizaciones vecinales, el diseño definitivo del Parque Central de Alicante comienza a vislumbrarse… aunque no sin sombras. Las administraciones implicadas han cerrado la ordenación detallada de la llamada OI/2, el sector urbano que abarca los terrenos del antiguo cajón ferroviario, con una promesa central: al menos 35.000 m² de zona verde continua. Pero lo que se presenta como una victoria ambiental lleva consigo una realidad más compleja y menos verde de lo que se anuncia.
Según informa Alicante Plaza, el diseño, que no se presentará públicamente hasta después del verano, estará condicionado por múltiples elementos que comprometen su funcionalidad y su ambición inicial. Las vías ferroviarias en superficie, la futura estación de autobuses y la estación central del Tram limitan enormemente la continuidad del parque. Especialmente preocupante es la imposibilidad de plantar arbolado de gran porte sobre ciertas losas, reduciendo el concepto de “zona verde” a jardines de bajo impacto.
A ello se suma la estructura aterrazada del parque, necesaria para sortear hasta ocho metros de desnivel entre barrios históricamente divididos por las vías. Aunque se presenta como una solución de integración, es también reflejo de la complejidad no resuelta de una infraestructura impuesta durante décadas sin planificación urbana a largo plazo.
En clave medioambiental, el parque también debería actuar como barrera frente a inundaciones, una medida que llega tarde en una ciudad donde los problemas de drenaje y la falta de soluciones naturales llevan años ignorándose. No fue hasta noviembre pasado cuando el Ayuntamiento anunció un estudio para evaluar los riesgos de avenidas. Una actuación reactiva que evidencia la falta de previsión.
Mientras tanto, las reivindicaciones vecinales que durante años han exigido más verde, menos especulación y una solución real para coser los barrios, apenas han sido integradas en el diseño final. La apuesta por construir más de 1.400 viviendas, muchas de ellas en altura, deja entrever que el objetivo principal sigue siendo la rentabilidad urbanística más que el bienestar ciudadano o la sostenibilidad ambiental.
El proyecto sigue rodeado de incógnitas, como el futuro del Puente Rojo, cuya integración o desmantelamiento aún no está decidido. Y aunque se habla de aprobación inicial antes de fin de año, los vecinos saben bien que las fechas en este proyecto se mueven como las vías que pretendía soterrar.
En resumen: Alicante tendrá un Parque Central, sí. Pero llegará tarde, fragmentado y con una clara sensación de oportunidad perdida. El urbanismo verde no puede quedarse en renderizados bonitos si no se acompaña de voluntad política, participación real y soluciones estructurales a los problemas del pasado. Algo que, por ahora, sigue brillando por su ausencia.
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