
Tengo la voz aún un poco rota, los pies pidiendo tregua y la cabeza dando vueltas con cada imagen, cada canción, cada instante vivido en otra noche de Low, de esas que no se repiten el resto del año. Bajo las estrellas, con la vida incrustada en sensaciones y el extraño sabor de boca de volver a vivir un festival en el lado menos comercial de la trinchera.
A destacar, un rato épico, y seguramente irrepetible con Pet Shop Boys, casi en primera fila. Una ceremonia del particular recuerdo de algo que un día significo mucho, y ahora es un aparte en la memoria, que sólo emerge cuando suenan ‘It´s a Sin’, ‘Always on my mind’ o esos himnos que han envejecido bien. Supongo que en algún lugar del público estaba mi hermano, riéndose con mi yo de 20 años, fundiéndonos en un abrazo figurado de bailes, aromas y sensaciones, que ahora parecen lejanos.
También hubo cierta nostalgia, en la elegancia de Xoel López, a medio camino entre Juan Luis Guerra, Julio Iglesias y Juan Pardo. La verdad, siempre es un placer verlo desde tan cerca, antes de que vueleln los claveles. Vestido de blanco, , caminando por su repertorio con esa serenidad tan suya. Algo así como compartir un vino lento con un viejo amigo. Cada canción que nos regaló tenía una historia que parecía cantarme directamente a mí. Lodo, Tierra, guiños a Deluxe… pero también sus nuevos temas, esos en los que se atreve con lo latino, con el ritmo, con el calor. Nunca le ha hecho falta disfrazarse de nadie más. Es él, y eso basta.
El tercero «en discordia» de mis favoritos de la noche, estaría acampado en el escenario Radio 3. Cora Yako me zarandeó sin aviso. Qué intensidad, qué rabia tan bien canalizada. Estaban tocando como si no existiera el día siguiente. Un muro de sonido que me atravesó por completo, y yo ahí, quieto, con los ojos muy abiertos, sabiendo que estaba asistiendo a algo importante. Es una banda que va a explotar, y cuando lo haga, este tipo de escenarios se les quedarán tan pequeños como el silencio tras un temazo suyo.
Grande Amore nos retrotrajo al conciertazo que dio hace unos meses en el Castillo. Coincidir con Carolina Durante era jugar con desventaja, pero qué manera de salir adelante: ironía, energía, y esa forma tan gallega de cantar la pena sin que duela demasiado. Esa pena que a veces tenho fue el punto de inflexión: nos lanzamos todos al vacío con ellos, sin pensarlo. Y, por un momento, las rutinas y los problemas se relativizaron bailando…
Ya de madrugada, Bomba Estéreo me supo menos. Quizá porque ya los había visto, quizá porque no se puede mantener el éxtasis toda la noche. Visualmente impecables, sí. Pero me costó conectar. En cambio, Mujeres, como siempre, incendiaron el suelo. Son como una vieja receta que siempre funciona: guitarras sucias, gritos compartidos y la sensación de que todo puede estallar en cualquier momento.
Y ya… porque eso de que te dejen entrar con el concierto empezado de Colectivo Da Silva, no mola demasiado. Y la parte «Alternativa» del trap apto para públicos diversos, tampoco es lo mío. Lo siento.
Cierro este relato, en la tortura del TRAM. Se asume que tarda una eternidad, pero si no quieren que cojamos coche (al precio que están los hoteles en Benidorm), no es de recibo que de 3.35 a 7.00h no haya un puto tren, con el que volver a Alicante.
Fuera de ese «pequeño» detalle, ha sido una forma bestia y, a la vez, bella de empezar un festival. Cada año pienso que ya está, que no se puede vivir con más intensidad. Y cada año, el Low me vuelve a pillar por sorpresa.
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