
En plena ola de calor, cuando las calles arden como una sartén olvidada al sol y los turistas solo se atreven a salir de sus refugios con aire acondicionado cuando el termómetro baja de los 35º… Alicante ha encontrado la solución definitiva para su convivencia: que, a las diez en punto de la noche, se acaben las risas, las charlas y, de paso, cualquier cosa que suene más alto que un ventilador en modo “low”.
Porque, claro, si el turismo es nuestro motor económico, lo lógico es que la fiesta empiece… justo cuando la vamos a cortar. Hasta las cigarras están ajustando su horario laboral. Pues ahí, se va a hacer bueno el dicho de «mucha policía, poca diversión» y los agentes recaudadores, van a jugar a ver quién hace más ruido del normal.
Ahora, además de refugios climáticos para sobrevivir a las horas centrales del día, quizás vayamos necesitando refugios sonoros para sobrevivir a las noches. Lugares subterráneos y acolchados donde poder seguir la conversación que empezaste a las 21:55 y que, por el bien de la convivencia, deberás susurrar.
La estrategia está clara: durante el día, te escondes del sol; por la noche, te escondes del sonómetro. Si el calor no te derrite antes, la multa de hasta 12.000 euros lo hará.
Los agentes municipales patrullarán con celo para frenar a esos grupos peligrosos que se atreven a reír demasiado fuerte en una terraza o a arrastrar una silla sin amortiguador de goma. El objetivo: garantizar el descanso vecinal… aunque, para entonces, muchos de esos vecinos sigan insomnes, no por el ruido, sino por el bochorno.
Alicante se reinventa: no solo tendrás unas playas estupendas, un sol garantizado y unas noches mediterráneas para pasear… siempre y cuando lo hagas en completo silencio. El turismo del futuro es así: vendes la experiencia y luego la pones en modo “mute”.
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