La Cátedra Vectalia ha presentado el estudio La hora del coche compartido en el marco de la Semana Europea de la Movilidad. El informe destaca que más de 9.000 personas recurren al coche compartido para acceder al campus de la Universidad de Alicante. Sin embargo, lo que se presenta como un “éxito de sostenibilidad” es, en realidad, un síntoma de la precariedad del transporte público en la ciudad y en la provincia.
Basta con mirar a barrios como San Gabriel o Playa de San Juan: llegar desde allí hasta el campus en transporte público puede llevar casi dos horas, con frecuencias que rozan lo ridículo. En estas condiciones, no es extraño que muchos estudiantes opten por el coche particular, aunque sea compartido, como única alternativa viable para llegar a clase en un tiempo razonable.
Desde otras poblaciones de la provincia, algunos ayuntamientos han organizado servicios de autobús, pero de forma insuficiente: la escasez de horarios y frecuencias obliga también a miles de estudiantes a depender del coche.
El estudio recuerda que cada día acceden al campus más de 33.000 personas, lo que supone unos 20.000 desplazamientos diarios y la entrada de cerca de 8.200 vehículos en hora punta. Lejos de ser un modelo de movilidad sostenible, esta situación refleja una falta estructural de inversión en transporte público metropolitano y universitario.
Pese a que las autoridades insisten en presentar el coche compartido como una “alternativa inteligente y económica”, lo cierto es que la medida solo tapa —pero no resuelve— el verdadero problema: la imposibilidad de moverse con agilidad en Alicante sin recurrir al vehículo privado.
(y no será porque no se llevan un buen dinero del contrato…)
Mientras se llenan discursos de “sostenibilidad” y “transformación modal”, el alumnado sigue dependiendo del coche para ir a clase. Un coche que, en demasiados casos, se comparte no por conciencia medioambiental, sino por pura necesidad.
















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