
Hoy, Día Mundial de la Arquitectura, queremos detenernos un instante para mirar —con algo más que ojos cansados de tanto edificio anodino— la ciudad que habitamos. Alicante, esa mezcla de racionalismo levantino, rascacielos de inspiración incierta y urbanismo a golpe de interés particular, guarda todavía rincones donde el buen gusto se abre paso entre el ruido de las grúas.
En una tierra donde la especulación ha marcado el ritmo del crecimiento urbano —donde demasiadas veces se ha construido más pensando en la panoja que en la persona—, es de justicia rendir homenaje a quienes aún creen en una arquitectura responsable. Aquellos que no se conforman con el plano fácil ni con el presupuesto desmedido, sino que piensan en la uniformidad visual, en el respeto al entorno, en preservar el patrimonio, en la integración de zonas verdes, y en esa máxima tan sencilla como olvidada: menos es más.
El clima mediterráneo, con su luz generosa y su brisa salina, pide una arquitectura que respire, que se abra y dialogue con el paisaje. No necesita rascacielos de espejo ni fachadas impostadas. Necesita sombra, materiales nobles, orientación, sencillez y sentido común.
Por eso, hoy queremos celebrar a los arquitectos y urbanistas que, contra corriente, siguen creyendo que una ciudad puede ser bella y habitable a la vez. A quienes defienden que no se trata de construir mucho, sino de construir bien. Que la sostenibilidad no es una moda, sino una responsabilidad. Que el buen gusto no cuesta más dinero: solo más reflexión.
En un territorio donde parece que el futuro vendrá marcado por la expansión descontrolada, por la “densificación rentable” y por el olvido del espacio común, es reconfortante saber que todavía hay quien se resiste. Que en medio del hormigón florece la arquitectura con alma, la que piensa en el ciudadano y no en el inversor.
Así que, en este Día Mundial de la Arquitectura, alzamos el lápiz —no la pala— por todos los que diseñan con criterio, con amor por el paisaje, con respeto por la historia y con fe en un Alicante más armónico. Porque el buen gusto también construye ciudad.
(no son tantos como debería, pero quedan… así que abre los ojos bien, y darás con ellos, y ellas).
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