
Me he convertido en madre. Sé lo que es criar con lo justo, mirar cada euro, y aun así darlo todo por ese ser que depende de ti. Pero también sé lo que es preguntarte si traer una vida al mundo en estas condiciones es justo… para esa vida.
¿Quién piensa en eso cuando se habla de aborto? Porque el debate siempre gira en torno al supuesto egoísmo de quien no quiere «asumir responsabilidades», como si no fuera una decisión profundamente dura preguntarte si estás en condiciones reales de ofrecerle una vida digna a tu hijo. ¿O eso no importa?
Lo que sí importa, parece, es que el sistema te lo pone imposible. En Alicante, por ejemplo, ni uno solo de los cuatro hospitales públicos realizó abortos en todo 2024. Y no será porque haya hordas de médicos objetores —que también—, sino por pura falta de voluntad institucional. Lo dice Compromís, pero lo sabemos quienes hemos estado ahí: quienes hemos tenido que hipotecar el poco ahorro que teníamos para pagar una clínica privada, porque la sanidad pública, la de todos, se desentiende.
Casi 10.000 interrupciones voluntarias del embarazo en la Comunitat Valenciana en un año. Solo un 10 % se hizo en hospitales públicos. El resto: clínicas privadas o, peor, sin ayuda pública. ¿Y luego dicen que no hay desigualdad? Alicante es un desierto de derechos reproductivos.
Y mientras tanto, te dicen que la maternidad es sagrada. Que procrees. Que el futuro del país depende de ti. Pero la conciliación sigue siendo un cuento. Los sueldos no dan ni para alquilar un piso. ¿Qué seguridad le puedo ofrecer a un bebé? ¿Quién se compromete a que no le falte lo que a mí ya me falta?
Yo me hago responsable. Sé lo que supone parir, criar y renunciar. Pero también sé que el estigma, la pobreza y la falta de oportunidades no van a caer sobre mí, sino sobre ese hijo al que el sistema no piensa sostener.
Si quieren que tengamos hijos, que empiecen por garantizar lo mínimo: acceso libre y efectivo a la sanidad pública, sin trabas ideológicas ni burocráticas. Que las decisiones sobre nuestros cuerpos no dependan de una derivación incierta ni de una cuenta bancaria. Que las criaturas que nacen no sean condenadas al abandono institucional desde su primer día.
Porque lo irresponsable no es abortar. Lo irresponsable es obligar a criar sin medios, sin futuro, sin respaldo.
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