
La reciente apuesta de la Concejalía de Bienestar Social por la creación de un nuevo Centro Comunitario Intergeneracional en el edificio de Plaza de América puede parecer, a primera vista, un avance en la atención social. Sin embargo, no se puede obviar que esta iniciativa llega acompañada del cierre del Servicio de Estancias Diurnas (SED), bajo la justificación de su transformación hacia un modelo «más moderno y eficaz». Una decisión que, lejos de ser una mejora, representa una pérdida neta de servicios consolidados y de calidad para las personas mayores.
Mientras se presenta este nuevo proyecto como un “referente nacional e internacional”, en barrios como Benalúa ni siquiera se dispone de un centro social activo. Otras zonas de la ciudad han visto cómo sus bibliotecas, que cumplían una función social y cultural fundamental, han sido cerradas sin ofrecer alternativas reales. El Ayuntamiento parece apostar por grandes titulares, mientras reduce o abandona los servicios de proximidad que sostenían el tejido comunitario.
La programación cultural en los barrios, antaño diversa y continua, se ha visto reducida a una escueta iniciativa “Cultura en Barrios”, que en muchos centros no pasa de una única actividad mensual. Con la infraestructura existente —infrautilizada— y la cantidad de personas en desempleo o en situación precaria con formación en cultura, educación o intervención social, sería perfectamente viable activar decenas de talleres, ciclos formativos, espacios de creación o actividades comunitarias. Un ejemplo claro lo tenemos en Carolinas, donde muchas actividades se mantienen gracias al esfuerzo vecinal y sin apoyo municipal.
Resulta especialmente sangrante que no se contemple la contratación de personal técnico específico para dinamizar estos espacios: ni gestores culturales, ni educadores sociales, ni monitores o técnicos que conviertan los centros en auténticos núcleos de vida vecinal. Sin profesionales ni recursos técnicos, estas iniciativas se quedan en buenas intenciones y marketing institucional.
El nuevo centro anunciado se orienta a mayores y menores, pero bajo un esquema genérico y rígido, con actividades estándar (manualidades, gimnasia, cuentacuentos, etc.) que difícilmente cubren la enorme diversidad de necesidades y potencialidades de la población. Además, se plantea como una solución centralizada para varios barrios (Carolinas Altas y Bajas, Campoamor, Benisaudet y Altozano), lo cual contrasta con la lógica de proximidad e implantación territorial que debería regir las políticas sociales y culturales.
Transformar el SED en un espacio intergeneracional no tiene por qué ser una mala idea, pero hacerlo sin una apuesta decidida por la descentralización, la participación vecinal, la dotación de recursos humanos y materiales, y sin cubrir las necesidades reales de barrios olvidados, convierte esta iniciativa en un gesto superficial. Lo que se necesita no es un centro «modelo», sino una red sólida, diversa y viva de centros sociales en todos los barrios.
Alicante merece una política social y cultural ambiciosa, participativa y descentralizada. No más gestos de escaparate mientras se desmonta, con silenciosa eficiencia, todo aquello que daba vida a nuestros barrios.
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