
Cuando uno lee el nuevo contrato de zonas verdes del Ayuntamiento de Alicante —ese compendio de promesas verdes envuelto en papel administrativo de 45 millones de euros— es inevitable imaginar a Homer Simpson con su gorra de “comisionado de basuras” gritando “¡No te preocupes, la naturaleza se limpia sola!”. Porque sí, cada vez que esta ciudad promete reverdecer, acabamos más cerca del desierto de Tabernas que del Jardín del Edén.
Según el flamante contrato, Alicante tendrá más árboles, más operarios, más riego digitalizado y menos ruido. Vamos, que si nos descuidamos, acabamos teniendo hasta sombra. El documento habla de tres millones de metros cuadrados de zonas verdes, 75.000 árboles, y hasta 1.000 plantaciones anuales. Lo nunca visto. O mejor dicho: lo nunca mantenido.
Porque seamos sinceros, la única política verde de los últimos años ha sido la tala selectiva (muy selectiva: se eligen justo los árboles que daban sombra). Los parques se abandonan hasta parecer la versión mediterránea del campo de entrenamiento de Mad Max, y justo entonces —cuando ya no queda ni el columpio— se inaugura una “rehabilitación integral” con foto de alcalde y sonrisa de PowerPoint.
Eso sí, Barcala y compañía aseguran que ahora sí: que el futuro será sostenible, que habrá riego inteligente, maquinaria eléctrica y brigadas forestales reforzadas. Casi podemos oír los aplausos de los pinos que aún no han sido talados. El contrato incluye hasta 15.000 cañas para la Santa Faz y 20 abetos de ocho metros para Navidad —porque nada dice “ciudad sostenible” como importar árboles gigantes para verlos morir decorados de bombillas.
En el reparto de tareas, todo está perfectamente milimetrado:
- El Lote 1 se encargará de lo general (es decir, de todo lo que se ve).
- El Lote 2, de los montes y bosques (lo que no se ve, y por tanto, lo que menos se nota).
- Y el Lote 3, reservado a Centros Especiales de Empleo, cuidará de la Vía Parque y Benisaudet —porque siempre hay que dejar un trocito de utopía en el presupuesto.
El concejal de Parques y Jardines, Rafael Alemañ, ha explicado que este contrato “responde a las necesidades actuales y futuras de la ciudad”. Traducción libre: nos gastamos otros 45 millones en mantener las palmeras que sobrevivan al próximo verano.
Entre tanto número, promesa y brigada forestal (que ahora serán cuatro, wow), la letra pequeña nos devuelve a la realidad: seguiremos a 35 grados a la sombra, sin sombra. Porque por mucho que digitalices el riego, si no hay agua, la aplicación te sirve de poco. Y al final, lo más ecológico que tendremos será el color del logo en la nota de prensa.
Alicante, la ciudad donde cada proyecto verde acaba con olor a brea y cemento. Springfield nos queda cerca. Lo malo es que aquí, el alcalde, cada vez se parece más a Homer Simpson…
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