
Alicante, cuna del turrón, la palmera iluminada y las resacas de Nochevieja, se queda este año, de momento, sin campamento de Reyes Magos. Pero no nos alarmemos, que lo de «desierto» no es una metáfora sobre el cambio climático. Simplemente, nadie quiso organizarlo. ¿Motivo? El único candidato olvidó algo esencial: decir cuánto quería cobrar. Cosas menores, ya saben.
Y es que en pleno agosto, con temperaturas que funden hasta los bastones de caramelo, ¿quién se va a preocupar por montar un campamento navideño? Quizá el verdadero problema no sea la licitación fallida, sino que Sus Majestades de Oriente se han dado cuenta de que también tienen derecho a vacaciones. Que llevan más de dos mil años trabajando una sola noche sin que nadie les pague horas extras.
Así que han decidido lo lógico: largarse a Benidorm. O a Altea. O tal vez a algún resort de lujo en Doha, o a visitar al primo Juancar… con camellos de verdad y piscina infinita. Lo cierto es que el campamento real en la Plaza Gabriel Miró ha quedado más vacío que un roscón sin sorpresa. Alicante, por ahora, queda así sin reyes. Ni magos. Ni pajes. Solo sol, mosquitos y frustración institucional.
Pero esto no es solo un error administrativo. No. Es una señal. Una revelación del más allá (o del más arriba, dependiendo de si uno cree en la monarquía celestial). ¿Y si Alicante está volviendo a sus raíces republicanas? ¿Y si la ciudadanía ha dicho «basta ya de coronas» y ha abrazado, sin saberlo, la causa de la guillotina festiva?
O peor aún: ¿y si hemos sucumbido del todo a la fiebre consumista del Imperio Yankee? Porque seamos honestos: Papá Noel lleva años ganando terreno. Tiene fábrica, marketing agresivo, la Coca-Cola detrás, renos con nombre propio y una alianza tácita con Amazon. Los Reyes, en cambio, llegan tarde, vienen a lomos de camello y encima traen carbón (cuidado Barcala, que este año, un trozo lleva tu nombre, y otro el de Manuel Villar).
La ausencia del campamento podría ser el primer síntoma de un giro cultural irreversible. Hoy cancelamos los Reyes, mañana se instala un centro comercial en el Portal de Belén y pasado mañana Belén Esteban presenta las campanadas.
Menos mal que el Ayuntamiento ha prometido revisar la situación, lanzar otra convocatoria o improvisar algo. Quizá un holograma de Melchor leyendo cartas desde la pantalla gigante del Castillo de Santa Bárbara. O un Rey Gaspar por Zoom. Que si los niños creen en magia, seguro que también creen en el 5G. De Baltasar no hablamos, porque estando VOX ojo avizor, ya se sabe. Aunque como trae regalos, seguramente, aunque sea pintado, lo eximan de culpas, como hacen con Lamine Yamal y el príncipe de Zamunda cuando no limpia platos.
Deja una respuesta