
La tierra ha vuelto a abrirse a las puertas de la iglesia de Santa Ana, dejando al descubierto una boca olvidada desde 1938, cuando la ciudad, herida por la Guerra Civil, levantó bajo sus calles un refugio para guarecerse del miedo.
Podría imaginarse entonces a los eldenses, corriendo hacia aquella entrada entre el polvo y el eco de las sirenas, buscando en la oscuridad del subsuelo la promesa de sobrevivir. Hoy, más de ochenta años después, ese acceso oculto, sepultado bajo los escombros del antiguo templo destruido, vuelve a respirar.
El hallazgo se ha producido durante las obras en el entorno de la iglesia. El acceso, de nueve metros de profundidad, conserva un estado sorprendente: solo la tierra y las ruinas lo habían sellado, como si aguardara en silencio a ser redescubierto. Conecta con un muro interno del refugio, ya derribado, lo que permite recorrer por fin sus más de cuatrocientos metros de galerías que unen la plaza de Arriba con la plaza de la Constitución y ahora, también, con esta última salida junto a la iglesia.
Se trata de un descubrimiento que completa la historia de este espacio de memoria. Aunque nunca llegó a ser utilizado —pues Elda no fue bombardeada—, el refugio fue construido como un corazón subterráneo para la ciudad, un lugar donde la esperanza se defendía a golpe de pico y cemento.
El Ayuntamiento ya ha acondicionado parte de este refugio con iluminación, sonido y sistemas de ventilación, en previsión de convertirlo en un espacio musealizado. Por ahora, la nueva entrada, situada en un lugar tan sensible como las puertas de Santa Ana, se volverá a sellar. Pero su hallazgo, como una cicatriz abierta en la historia, devuelve a los eldenses la memoria de aquellos días en los que correr hacia la tierra significaba correr hacia la vida.
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