
En filosofía, la teoría de la «verdad como coherencia» sostiene que algo es verdadero si encaja dentro de un sistema de creencias que consideramos lógico o aceptable. Bajo esta premisa, Luis Barcala parece haber construido su relato climático: uno en el que plantar árboles periféricos y flores de temporada justifica la tala de cientos de ejemplares centenarios y la desaparición de zonas de sombra vitales en pleno corazón de la ciudad. Un relato coherente… pero no necesariamente verdadero. Porque, por esa regla de tres, podríamos hacer el chiste (fácil) de que en Alicante la única sombra que tenemos, es la de su gestión.
Según denuncian más de 50 asociaciones vecinales y sociales de Alicante, el supuesto “boom verde” promovido por el gobierno municipal es poco más que una operación cosmética que oculta una política de abandono ambiental en zonas clave del municipio. Las cifras son elocuentes: se han talado cientos de árboles maduros —algunos de más de 10 metros de altura— que daban sombra y frescor en paseos y plazas emblemáticas. A cambio, se han plantado nuevos ejemplares en los márgenes urbanos, sin garantías de supervivencia, ni planificación sostenible ni mantenimiento adecuado.
“No se trata solo de plantar árboles, sino de dónde, cómo y con qué sentido se hace”, señala el portavoz de una de las entidades críticas. “No puedes compensar la sombra de un ficus centenario con una hilera de plantones junto a una carretera industrial. No puedes sustituir un ecosistema urbano por jardineras de colores y pensar que estás mejorando la ecología de tu ciudad”.
Alicante cuenta en la actualidad con un único refugio climático oficial, mientras el resto de la ciudad —donde las temperaturas superan fácilmente los 40°C en verano— sigue expuesta sin recursos públicos básicos: faltan fuentes de agua, baños, zonas de descanso, toldos (en el peor de los casos) y, sobre todo, árboles que den sombra de verdad.
Alicante no necesita “decoración verde”, dicen los colectivos. Necesita árboles reales, refugios climáticos reales, y una política ambiental que no se limite a hacerse la foto junto a una flor recién plantada. No parches, ni toldos que se rompen en 15 días. Porque cuando la verdad se adapta al relato político en vez de a los hechos, lo que queda no es una ciudad mejor… sino una sombra que ya no está.
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