
Una de Aranda y un irlandés. Eso, sin necesidad de usar palabras, es Maleta Company. Porque con eso basta para que desde el primer minuto “Claudette” te atrape. Solo hace falta que esa anciana de 90 años entre en escena para que pienses, sin poder evitarlo, en tu amona. En esa tía que marcó tu infancia. En la señora que bajaba del monte cada día a traerte leche.
Inculcar respeto por nuestros mayores no es solo un objetivo artístico. Es un fin en sí mismo. Y esta obra lo consigue sin moralinas, con humor, ternura y una sencillez desarmante.Porque ahora esos “carrozas” pueden contarte con detalles que vieron a Joy Division en directo, que vivieron una guerra, o que jugaban con cosas que siguen siendo divertidas, aunque hayan pasado 70 años.
Yo, que tengo una hija de seis años, veo claramente el hilo invisible que une su mente con la de mis padres: esa mezcla de testarudez, de ganas de aprender y, a la vez, de estar un poco de vuelta de todo. Y ver esa energía reflejada en escena, personificada en una mujer que juega con 7 u 8 pelotas —con las que se enfada, ríe o hace malabares— es mucho más que tierno: es transformador.
Porque ese simple juego, más allá del simbolismo, revitaliza músculos, retrasa enfermedades como el Alzheimer y te recuerda que, aunque tengas 90 años, aún puedes darte un paseo en patines o ponerte unos pantalones dorados de lentejuelas.
No se trata de durar. Se trata de vivir.
Por eso, nuestra postal ya va de camino a casa de la amona, con un mensaje claro: Este verano, vamos a aprender juntas a andar en patines.
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