
Desde que me he quedado sin coche, y con la bici como único recurso personal de movilidad, me estoy dando cuenta de cómo funciona —o no funciona— el transporte público en Alicante. Ahora dependo del TRAM y del bus (que encima son más caros desde julio… ) pero la experiencia está lejos de ser fluida.
Hay algo que llama mucho la atención: la falta de continuidad y conexión entre medios los carriles-bici emergen y desaparecen como el Guadiana y no tienen conexión si tienes la suerte de llegar al centro y quieres ir a San Gabriel, a Benalúa o a San Blas, por ejemplo.
Tampoco puedo subir la bici ni al TRAM ni al autobús. Y si hablamos de horarios, la cosa se complica todavía más. En pleno verano, con temperaturas sofocantes y una ciudad que se promociona como destino turístico, a las 22:45 ya no hay forma real de volver a casa si no es andando. ¿Y si vives en zonas menos céntricas? Peor.
Por otro lado, mientras se imponen más de 2.500 sanciones a usuarios de patinetes por incumplir la normativa (casco, zonas peatonales, más de un pasajero, etc.), la realidad es que muchos de nosotros usamos estos vehículos o medios alternativos porque no hay otra opción viable. Está bien sancionar el uso irresponsable, pero ¿qué alternativas se están ofreciendo? Más allá del control, ¿cuál es el plan?
Se habla mucho de movilidad sostenible, pero en la práctica moverse sin coche por Alicante sigue siendo una carrera de obstáculos, los parkings se han quedado pequeños y, quizá sea casualidad, pero cuando me he visto en medio de un atasco (habitual, por ejemplo en la zona del Puerto) no hay rastro de policía dirigiendo el tráfico. ¿De verdad se está facilitando el transporte público o la movilidad urbana? ¿O simplemente se regula lo poco que hay, sin mejorar lo esencial?
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