
Así que vamos a “europeizar” la ciudad. Muy bien. Con la aplicación del ZAS! (por fin), a las doce y media todos recogidos, terrazas plegadas y veladores apilados. El sueño del norte hecho realidad: una ciudad mediterránea que bosteza temprano.
Si de verdad queremos parecernos a Europa, habrá que ir más allá del reloj. Pongamos, por ejemplo, las sombras. En agosto, a las tres de la tarde, la única vida que queda en la calle son los termómetros. Pero bueno, ya que no tenemos árboles, siempre podemos refugiarnos en la nueva virtud cívica: el silencio. Porque si no se oye nada, igual hasta parece que hace fresco, y podemos disfrutar de la terraza, antes de que la recojan.
Por una vez, en esto, la cultura ya va por delante: conciertos matinales, teatro a media tarde – para que dé tiempo a cerrar, proliferación de mercados culturales y de ilustración, museos con aire acondicionado… todo un abanico de planes matutinos y vespertinos, con la conciliación que no tiene la vida laboral y sin nocturnidad (ni alevosía).
En cuanto a comer y beber, viendo la cantidad de cafeterías chic que se han abierto en los últimos meses, todo apunta a que el futuro es brunch. Adiós a las cenas eternas con conversación interminable, hola a la tostada con aguacate a las once. Europa nos espera, y al parecer, con hambre moderada y sin sobremesas. El “tardeo” mutará en “meriendeo”: lo mismo, pero con menos sol y más autocontrol para salir bien en la foto, (hastag #Alicanteiseurope).
Y claro, la noche. Esa vieja costumbre local de salir, charlar, reír y vivir. Ahora toca disciplinarla. La fiesta continuará con su rotación interminable, como en procesión profana ya pasamos del Casco Antiguo al Puerto, del Puerto a la Playa, y pronto quizá al extrarradio, con entrada numerada y decibelios reglamentarios. O eso, o nos volvemos alternativos de verdad, y abrimos gimnasios a la noche, montamos cineclubs, o nos inventamos una distopía digna de la ley seca, con nuevos sótanos anecoicos, donde beber whisky de seis X, bailar jazz del siglo pasado o tener todas esas conversaciones que, a partir de hoy, suponen un multón.
Pero tranquilos: todo por la convivencia, la salud acústica y la estética del civismo. Si suena aburrido, es que lo estamos haciendo bien. Como eslogan para jubilados con pasta que terminen de gentrificar el centro es cojonudo. Y así, no habrá que peatonalizar nada, porque las calles ya estarán vacías de por si.
En el fondo, esto de europeizarnos tiene su encanto. Calles limpias, vecinos descansados, terrazas ordenadas como un catálogo escandinavo. Y quién sabe… igual con tanto orden conseguimos lo imposible: que los guiris y la peña de las despedidas de solter@ decidan irse a desmadrar a otra parte.
Eso sí sería un avance europeo. Triste, silencioso, pero europeo.
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