
El golpe de calor representa una de las formas más graves de enfermedad relacionada con el calor, caracterizada por una disfunción aguda del sistema de termorregulación. Ocurre cuando la temperatura corporal central supera los 40 °C y los mecanismos compensatorios fallan, provocando un colapso multisistémico que requiere intervención médica urgente.
Fase inicial: agotamiento por calor
Antes del golpe de calor se presenta generalmente un cuadro de agotamiento térmico. En esta fase inicial, los síntomas pueden incluir cefalea, mareos, náuseas, debilidad, sudoración intensa y taquicardia. La piel, en este punto, suele encontrarse húmeda, pegajosa y pálida debido a la vasodilatación periférica y la sudoración continua, mecanismos fisiológicos destinados a disipar calor.
La intervención temprana en esta etapa es fundamental. Se recomienda trasladar al individuo a un ambiente fresco y ventilado, retirar el exceso de ropa, hidratar con líquidos (preferiblemente con aporte de sales minerales) y aplicar métodos físicos para disminuir la temperatura corporal, como compresas frías en axilas, ingles y cuello.
Progresión al golpe de calor
Si la exposición al calor persiste o las medidas no son eficaces, puede producirse un fallo completo del sistema de termorregulación. En esta fase avanzada, la piel se vuelve roja, seca y caliente al tacto, debido a la suspensión de la sudoración. Se produce hipertermia severa, acompañada de alteraciones neurológicas (confusión, convulsiones, pérdida de conciencia), taquipnea, taquicardia y signos de disfunción orgánica.
El tratamiento debe iniciarse de inmediato. Es prioritario activar los servicios de emergencia y aplicar medidas agresivas de enfriamiento. Estas pueden incluir ventilación forzada, compresas heladas en zonas altamente vascularizadas, y en casos específicos (como el golpe de calor inducido por ejercicio extremo), inmersión en agua muy fría.
Factores de riesgo y poblaciones vulnerables
Determinados grupos presentan mayor riesgo ante temperaturas extremas. Entre ellos se incluyen los niños —debido a una mayor proporción de superficie corporal respecto a su volumen—, los adultos mayores —por una menor capacidad de termorregulación y tendencia a la deshidratación crónica—, y las mujeres embarazadas —por cambios hormonales y fisiológicos que afectan la regulación térmica—.
También son vulnerables las personas con patologías crónicas como diabetes, hipertensión arterial o insuficiencia renal, ya que estas condiciones pueden amplificar el daño renal y neurológico asociado a la deshidratación severa y la hipertermia.
Prevención y concienciación
La prevención del golpe de calor requiere una estrategia de salud pública basada en la educación sobre los riesgos del calor extremo, especialmente durante los primeros episodios del año, cuando el cuerpo aún no se ha aclimatado. La correcta hidratación, la evitación de ejercicio físico en las horas de máximo calor y la identificación temprana de síntomas son fundamentales para reducir la incidencia y gravedad de esta patología potencialmente letal.
Deja una respuesta