
Las caracolas y caparazones marinos cumplen un papel clave en los ecosistemas costeros. Sin embargo, están desapareciendo de las playas a un ritmo preocupante. En Cataluña, un estudio reveló que la cantidad de conchas en la costa se redujo casi tres veces en apenas unas décadas, coincidiendo con el auge del turismo.
Recolectar conchas ha sido durante generaciones un gesto típico de verano. Lo que parece un acto inocente, multiplicado por millones de visitantes, representa un impacto acumulativo enorme. Investigaciones científicas calculan que cada año podrían retirarse miles de toneladas de conchas de las playas en todo el mundo. A esto se suma la urbanización de la franja costera, el aumento del tráfico marítimo y el uso de maquinaria pesada para limpiar la arena, factores que también contribuyen a la pérdida de estos restos marinos.
En España, la Ley de Costas establece que las conchas, al igual que la arena, las piedras y los fósiles playeros, forman parte del dominio público y no pueden ser retiradas sin autorización. Aunque recoger una o dos como recuerdo no suele sancionarse, la normativa prevé multas de entre 500 y 3.000 euros.
Más allá de lo legal, las conchas cumplen funciones ambientales fundamentales. Ayudan a estabilizar la arena y a reducir la erosión, influyen en la química del agua al liberar carbonato cálcico, y sirven de refugio para múltiples organismos: algas, cangrejos ermitaños, pequeños invertebrados e incluso aves que las usan para alimentarse o afilar sus picos. Cuando desaparecen, se altera el equilibrio físico, químico y biológico de las playas.
Los expertos coinciden en que la clave está en la educación ambiental. Recomiendan disfrutar de las conchas sin llevárselas, ya sea observándolas, fotografiándolas o simplemente admirándolas. La experiencia de la playa no pierde valor por no contar con un objeto físico, y en cambio se refuerza la conexión con la naturaleza.
Además, se aconseja respetar la vegetación dunar, caminar solo por los senderos señalizados, recoger la basura y atender las indicaciones ambientales. Cuidar la costa no significa dejar de disfrutarla, sino aprender a valorarla y conservarla para el futuro.
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