
En los últimos años, los ataques informáticos se han convertido en un problema creciente que afecta tanto a grandes corporaciones como a instituciones públicas. Esta semana, el Ayuntamiento de Elche fue víctima de uno de estos episodios, lo que vuelve a poner sobre la mesa la magnitud del fenómeno y la necesidad de preguntarse con qué frecuencia ocurren, qué daños generan y quién está detrás de ellos.
El objetivo principal de los ciberdelincuentes suele ser económico. Por ello, las administraciones públicas resultan atractivas: gestionan grandes volúmenes de información sensible y prestan servicios esenciales cuya interrupción puede paralizar la actividad municipal. Las consecuencias más habituales son el secuestro de datos, que luego se comercializan en el mercado ilegal, o la caída de servicios electrónicos, lo que obliga en ocasiones a pagar un rescate para su restablecimiento.
Los responsables de estos ataques son muy diversos. Van desde individuos que actúan de forma aislada hasta redes criminales estructuradas que operan como auténticas empresas. También existen actores cuyo objetivo no es lucrativo, sino generar inestabilidad en el sistema.
La ciberdelincuencia se ha vuelto tan sofisticada que resulta imposible garantizar una protección total. Por eso, más allá de reforzar la seguridad, lo fundamental es contar con protocolos claros de actuación y recuperación. En la Comunitat Valenciana, el CSIRT de la Generalitat se encarga de asistir a las administraciones y empresas afectadas, coordinar la gestión de la crisis y facilitar el restablecimiento de la normalidad. Su labor es esencial para ordenar el proceso de respuesta y reducir el impacto de estos incidentes.
Deja una respuesta