
El Campello ya no es el pueblo que fue. Yo no estuve aquí en los 80, ni en los 90, pero me he divertido mucho escuchando historias de entonces, entre las dos cervezas previas al Ágora del viernes y el sábado. Si pudiera comunicarme con esos jubilados nostálgicos ahora, les diría que aún quedan noches —raras, preciosas— en las que la brisa del mar y un eco de lo auténtico nos devuelven a algo parecido a esa infancia/juventud que describían. A las verbenas con farolillos, a los helados de fresa que se derretían por el paseo, a las idas y vueltas con las espardeñas mojadas por la orilla… Seguramente, ya no la encuentren en la playa, al menos, no en agosto, pero sí en la Casa de Cultura (que no sé si pisan lo que deberían, con todo lo que programan ahí dentro).
Por ejemplo, esta noche inesperada con Los Hermanos Cubero, sus guitarras y su aire entre manchego y marciano, después del concierto de Nacho Casado y su particular visión en Bossa nova del vera(n)o, mezclada con «aquellos ojos negros, de mirada serena…» y un final desenchufado con paseo entre las pobladas sillas de colores.
Sin apenas dilación, se subieron al escenario Los Cubero, como quien se presenta en la plaza del pueblo en plenas fiestas del patrón, con un traje de Cowboy (uno) y una mandolina y chaqueta celeste (otro).
Pasaron calor, eso es innegable, pero se agradece esa pose sin pretensiones, pero con la verdad por delante. Porque lo suyo no es solo música: es costumbrismo fino, ironía bordada con hilo castellano, copla recosida con bluegrass y un toque de pasodoble con almendra garrapiñada.
El tradicionalismo a la fresca es el hilo conductor de muchas noches en el sur. La silla en la puerta, el fresco de agosto y el folclore reinterpretado sin nostalgia. Estos dos golondros, que ahora se ríen —sin acritud— de la vida en Barcelona (esta no la deletreo, ni siendo feo), logran que la gente deje de confundir folclore con pasado. Si no los has visto en directo, no sabrás explicarlo. Pero te aseguro que una seguiriya suya es más moderna que todo el festival de reguetón que había hoy en el Puerto.
No sé lo que se habrán reído allí, pero esto ha sido un 2×1: música y humor castellano, rudo y directo. Sus perlas trofollas harían enrojecer a cualquier cronista de provincias. No pienso estropearte los chistes, pero el deletreo de G-U-A-D-A-L-A-J-A-R-A, el afamado compositor moderno, el veganismo de la Vega del Pozo y los habladores de espaldas que “solo hablan de mí”… han sido parte de un monólogo digno de la mejor época de Faemino y Cansado.
Nunca habían pisado El Campello, pero la conexión manchego-alicantina fluyó como si existiera una autopista emocional —sin peaje— entre Zarzahuriel y la Illeta. Entre el secano y la brisa salada. Los Cubero no necesitan mapas: lo suyo es una travesía sensitiva de primer nivel. Irónica, sincera, castiza y genial. Se ríen del mundo rural sin dejar de amarlo. Se mofan del modernismo sin dejar de ser modernos. Y eso se ha traducido en un aplauso intergeneracional que emocionaba, como los recuerdos de esos veranos que ya no vamos a tener.
No siempre dedicas todo el tiempo que debes a algunas cosas que merecerían más atención. Igual porque la mandolina, no la tenemos tan interiorizada, como una batería, o una guitarra eléctrica. Pero ¡joder! si algo necesita este mundo es alegría e ironía, y las carcajadas hoy se han oído hasta en La Alcurria.
Salir, hemos salido, sin saber quien es el bueno y quien es el malo. Pero entre verdades como puños y guitarras como cuchillos de pan, hasta los viejetes, han ratificado que hay noches en las que El Campello deja de parecerse a ese no-lugar en el que a veces se convierte, y recupera, aunque sea por un rato, la dignidad de la plaza del pueblo.
Así que la siguiente, cuando se vaya el sol: «Sube las persianas. Abre las ventanas». Que entren la música, el salitre y la copla. Porque, los tristes, cuando reímos, lo hacemos a lo grande. Y esta segunda noche de agosto, con los Cubero, nos hemos partido la caja como si no hubiera urbanizaciones, ni guiris, ni hostias.
Tampoco farolillos de colores, pero mira, eso que hemos ganado 😉
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