
El Ayuntamiento de Alicante insiste en hablar de moratorias y planes de contención, pero la realidad es que sigue permitiendo obras y proyectos que alimentan una especulación feroz. Mientras tanto, no adopta medidas efectivas contra la gentrificación ni frena la entrada masiva de fondos buitres y capital extranjero que están transformando la ciudad y diluyendo su identidad.
El precio medio de la vivienda en Alicante se ha disparado más de un 50% desde 2020, con barrios donde la subida roza el 80% en apenas cinco años. Lejos de ser un fenómeno puntual, la ciudad se ha consolidado como uno de los mercados más tensionados de España, con incrementos interanuales de dos dígitos. Y lo más preocupante: los barrios tradicionalmente más humildes —Virgen del Remedio, Plà del Bon Repòs, Carolinas o Campoamor— son los que más han sufrido este encarecimiento, lo que está expulsando a vecinos de toda la vida.
La oferta de pisos ha caído un 20%, mientras la demanda, sobre todo de compradores extranjeros, no deja de crecer. Hoy, cuatro de cada diez viviendas vendidas en la provincia acaban en manos foráneas. Con un mercado cada vez más orientado al inversor y no al residente, el acceso a la vivienda se convierte en un lujo inalcanzable para miles de familias alicantinas.
El alquiler tampoco ofrece respiro: en solo cinco años se ha encarecido cerca de un 70%. Una familia media necesita ya destinar casi el 40% de sus ingresos a pagar una renta, una situación insostenible que golpea especialmente a los jóvenes y a quienes menos recursos tienen.
Pese a esta emergencia habitacional, el Ayuntamiento sigue mirando hacia otro lado. Habla de limitar, pero autoriza nuevas promociones en las que predominan pisos de lujo y urbanizaciones cerradas con piscina, alejadas de las necesidades reales de la población local. No hay políticas de vivienda pública ambiciosas, no se regula la presión de los alquileres turísticos y tampoco se plantean restricciones a la compra especulativa de capital extranjero.
Mientras se pierde tiempo en anuncios y declaraciones, la ciudad se vacía de vecinos y se llena de inversiones oportunistas. Alicante corre el riesgo de convertirse en un escaparate turístico sin alma, una ciudad pensada para rentistas y no para quienes la habitan.
Quizá, también, te interese:
- Quince familias de Carolinas Altas se quedan sin casa.
- Los jóvenes se ven expulsados del alquiler en Alicante: ¿solución o desplazamiento del problema?
- El alquiler en Alicante es casi un 70 % más caro que hace cinco años
- Alicante inaugura la era del turismo “silencioso”
- Especulación inmobiliaria en España: el drama de una permisividad institucional que condena a generaciones sin hogar
- Cuando sólo te centras en fiestas y burbujas, lo importante se escapa: Alicante pierde otra subvención para vivienda pública
- El Plantío: menos hormigón para Alicante y más respeto por el entorno natural
Deja una respuesta