La marcha del Low Festival de Benidorm cierra un ciclo de quince años en el que ciudad y festival habían logrado una combinación difícil de replicar. En pleno verano, Benidorm se convertía en el escenario perfecto: una ciudad diseñada para acoger grandes volúmenes de visitantes, con la infraestructura, la energía y el ambiente que potenciaban lo que el Low aportaba. Separar un binomio así resulta difícil de entender, más aún cuando el evento había demostrado que otro tipo de turismo —más cultural, más joven y menos ligado a tópicos de descontrol o jubilados— tenía cabida y futuro en la ciudad.
La organización del festival, tras semanas de reuniones para renovar el acuerdo con el Ayuntamiento, ha decidido mudarse a otro municipio de la provincia al no conseguir un entendimiento con la nueva gestión privada del recinto, cuyas condiciones económicas hacían inviable la continuidad. En paralelo, la administración local argumenta que las condiciones planteadas por la promotora no encajaban con su nuevo modelo de gestión, especialmente en materia de horarios, ya que pretendía mantener el fin de la música a las 02:30 incluso en fin de semana. Una postura difícil de justificar si se tiene en cuenta que el evento solo pedía flexibilidad durante tres días y que su impacto económico superaba los 150 millones de euros a lo largo de su trayectoria.
El Low se marcha, pero lo hace con una identidad consolidada y con el aval de miles de asistentes, artistas y profesionales que han contribuido a convertirlo en uno de los referentes del país. En su nueva ubicación, el festival seguirá fiel a su espíritu, aunque deja atrás la ciudad donde creció y donde demostró que la música podía transformar la imagen turística y romper inercias.
Benidorm, por su parte, pierde uno de sus mayores reclamos culturales justo cuando más falta hacía mantener la simbiosis entre ocio, turismo y modernización de su oferta. Una decisión que invita a reflexionar sobre si tres días de excepción en verano no eran un precio asumible para conservar algo que durante quince años ayudó a que la ciudad fuese mucho más que sol y playa.
Low Festival deja Benidorm con un impacto económico en la ciudad de más de 150 millones de euros, una inversión de 40 millones de euros, más de 900 bandas y un impacto medio de casi 100 millones de euros.
















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