Don Marlani, en pleno éxtasis de directo se preguntó en voz alta: – ¿Qué tenemos en común? – hizo una pausa y se auto-respondió que -EL ROCK & ROLL-.
Creo que en 10 años en Alicante nunca había visto Stereo así. Quizá ha estado más lleno alguna vez, o la media de edad ha sido más baja, pero la entrega, la uniformidad de sensibilidades y el buen rollo que se respiró, siendo miércoles, fue más especial que nunca.
La tarde había empezado bien, con una sesión del Club Escucha del Gilalbert, inspirada en el «do it yourself». Si te pones a pensarlo hay millones de bandas buenas que apenas han salido de su área de influencia, y aquí estaban estos australianos de Perth, sorprendidos de la gran acogida de su concierto en sus antípodas.
Hoy es uno de esos días en los que podría repetirme con la típica comparación entre lo que uno vive en un concierto versus lo que te pierdes tumbado en el sofá. La excusa fácil es que estás cansado, pero en realidad, en la mayoría de los casos, te acabas acostando igual de tarde y tachando otro día rutinario de tu calendario. Seguramente, hasta estés más cansado que cualquiera de los que estuvimos quemando estreses en la pista de baile, pero…
-Tú te lo pierdes-
La vida no está hecha para eso. Y las ciento y pico almas que poblamos Stereo nos acostamos con la sensación de haber vivido algo único e irrepetible. Entre otras cosas, porque The Stems llevan 40 años dando vueltas por el mundo, alegrándole el miércoles a mucha gente de diferentes países. No sé si en otros lados, se habrán encontrado los coros – Eh Eh Eh – los botes, las miradas de complicidad y la efusividad que sentimos y compartimos los presentes. Pero molan estas noches de rock con matices que siempre nos regala Santa Leonor. Hay que reconocerles que no fallan nunca.
El concierto fue una amalgama de estilos diferentes con el powerpop como hilo conductor. Era difícil evitar que la música fuera arrancando cada uno de tus estreses acumulados de los 3 primeros días de la semana. Del dedo gordo del pie izquierdo al cuello, la sensación de quietud volaba, mientras pequeños espasmos se correspondían con los ritmos de los temas de «Heads Up» (2024) y «Mushroom soap» (2023), los últimos LPs de la banda, mezclados con los clásicos atemporales de estos australianos que no escondieron en ningún momento el flipe de estar a más de 14.000 kilómetros de casa liándola de esa manera con las coreadísimas “For always”o “Move me”.
Miraras donde miraras, había una sonrisa nerviosa, un bote descontrolado, un trago de cerveza y un cambio de guitarra del hombre para todo Ashley Naylor.
Los detractores del sonido de la sala, esta vez, tienen que callarse porque sonó todo como un órgano de iglesia recién afinado. La distorsión, los punteos inverosímiles, la coordinada base rítmica, tan afinada que apenas se distinguía el efecto fusionado entre el bombo del salvaje Dave Shaw y el impoluto rictus «metronómico» de Julian Mathews.
Por aclamación, tuvieron que volver al escenario 2 veces, para premiarnos con «At first sight», el «Baby, Please Don´t go», al más puro estilo Them o el «Day Tripper» de los Beatles, para poner el colofón a una gran noche en Alicante.
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