
Ocultar el salario en una oferta de empleo es dejar fuera una parte esencial de las condiciones. Trabajamos para vivir y, para vivir, hace falta dinero, tiempo y condiciones dignas. Así de simple. No se trata solo de hablar de euros: también de abordar de una vez debates pendientes como un salario mínimo suficiente, la jornada de 37,5 horas semanales y medidas reales de conciliación que permitan compatibilizar vida personal y profesional.
Aplicar a una oferta sin horquilla salarial, sin claridad en el horario o sin referencias a la flexibilidad, es como subirte a un autobús sin saber a dónde va ni cuánto costará el billete. Prometen retos, equipo joven, trabajo colaborativo y fruta gratis, pero cuando se trata de hablar de sueldo, tiempo de trabajo o facilidades para conciliar, silencio.
La relación laboral es bidireccional: tú me cuentas lo que necesitas y evalúas si encajo, pero yo también debo valorar lo que me ofreces —en salario, en horas, en condiciones— para saber si es justo y realista. Porque no, no es codicia querer saber cuánto se gana o cuántas horas se trabajará; es dignidad y transparencia. Ya va siendo hora de normalizarlo y de cerrar estos debates con decisiones que estén a la altura de la realidad laboral actual.
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