
La memoria es frágil, y en Alicante, parece que más que en otros lugares. Mientras algunos se esfuerzan por recordar, otros prefieren mirar hacia otro lado o, peor aún, borrar las huellas incómodas del pasado.
El pasado viernes, Nieves Concostrina llenó el ADDA con una charla evocadora sobre historia y memoria. Pero, como si de un eco lejano se tratara, al día siguiente, en el puerto de Alicante, el homenaje a los republicanos que quedaron atrapados en los muelles en marzo de 1939 pasó casi desapercibido para una ciudad que, en su mayoría, sigue sin mirar de frente su propia historia. Junto al busto del capitán Archibald Dickson, la Comisión Cívica para la Recuperación de la Memoria Histórica celebró, una vez más, un acto de recuerdo para aquellos que vivieron en Alicante su último refugio antes del exilio o de la represión.
El subdelegado del Gobierno en Alicante, Juan Antonio Nieves, destacó la importancia del puerto como un «lugar de memoria». Sin embargo, las palabras emotivas contrastan con la realidad de una ciudad que no ha hecho de esa memoria un compromiso real. Alicante sigue sin un gran espacio de memoria que explique lo que ocurrió en estos muelles, sin una voluntad decidida de integrar en su día a día el recuerdo de aquel episodio crucial de su historia.
Acompañaron el acto dos biznietos de Rafael Altamira, Ignacio y Miguel, junto con el historiador Juan Martínez Leal, que repasó el destino de los barcos que lograron partir y los miles de republicanos que quedaron atrapados, abocados al campo de concentración de los Almendros o a la muerte. Como cada año, se depositaron flores, se pronunciaron discursos, pero el mensaje sigue cayendo en terreno árido: una parte de Alicante no quiere recordar.
El homenaje continuó el domingo en el cementerio, donde reposan los restos de quienes fueron asesinados por el franquismo, muchos de ellos arrojados a fosas comunes entre 1939 y 1945. Delante de la tumba de Miguel Hernández se recitarán sus poemas, una de las pocas formas de resistencia cultural que quedan contra el olvido.
Todo esto ocurre en un contexto preocupante. La llamada «Ley de Concordia», impulsada por PP y Vox, amenaza con desdibujar aún más el relato histórico, presentando un revisionismo que distorsiona lo que fue la represión franquista. Desde la Comisión Cívica lo tienen claro: es un retroceso democrático. Y mientras el próximo 2 de abril el Gobierno y la Generalitat se sientan a discutir esta ley, en Alicante la memoria sigue siendo un campo de batalla, con demasiada gente dispuesta a ignorarla.
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