
El Ayuntamiento de Alicante vuelve a demostrar su pericia en la planificación urbana: otro barrio nuevo sin infraestructuras esenciales, pero con el beneplácito asegurado para los constructores. En esta ocasión, se trata de Lomas de Garbinet, un flamante sector de 930 viviendas, donde un modesto 40% serán “protegidas”, aunque, eso sí, sin opción de alquiler, porque la vivienda social en esta ciudad sigue siendo una utopía.
El último trámite para que los promotores puedan frotarse las manos se ha completado con la aprobación del informe ambiental. Así, mientras el consistorio se llena la boca con promesas de integración y sostenibilidad, lo único que han garantizado de antemano son viviendas y, cómo no, una gran zona comercial que llegará a futuro, cuando los vecinos descubran que vivir en una urbanización sin colegios suficientes, sin centro de salud y con una única línea de autobús es una condena al aislamiento.
La concejala de Urbanismo, Rocío Gómez, ha vendido el proyecto como un gran avance en la promoción de vivienda. “Ponemos especial hincapié en la promoción de viviendas protegidas”, declara con orgullo, obviando que ni son accesibles para la mayoría de los ciudadanos ni solucionan la falta de oferta pública de alquiler en una ciudad donde los precios se disparan.
Mientras los trámites administrativos avanzan a toda máquina para facilitar la vida a los constructores, los futuros habitantes del barrio deberán armarse de paciencia para ver llegar lo realmente necesario. ¿Centros de salud? Ya se verá. ¿Bibliotecas? Algún día. ¿Transporte público eficiente? Soñar es gratis. Eso sí, los promotores ya pueden ir celebrando, porque las licencias se otorgan con diligencia en una ciudad donde el hormigón siempre tiene prioridad sobre las personas.
La historia se repite: primero se levantan viviendas en solares bien rentables, con sus torres de 15 plantas que destrozan cualquier integración paisajística real. Luego, pasados unos años, cuando el barrio se llena de vecinos atrapados en una zona mal conectada y sin servicios, el Ayuntamiento se pone la medalla inaugurando a cuentagotas lo que en cualquier otra ciudad se habría planificado antes del primer ladrillo. Pero aquí ya sabemos cómo funciona: primero los promotores llenan sus bolsillos, después, si acaso, que los ciudadanos se busquen la vida.
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