
En una noche calurosa en Casa Mediterráneo, donde los abanicos eran tan imprescindibles como la mirada atenta de los, y las, presentes, «The Genesis» del Copenhagen Collective se desplegó como una meditación física sobre nuestra humanidad compartida. Fue la segunda propuesta nocturna de Fresca!, un festival que ya se ha vuelto imprescindible en el julio alicantino, y, sin lugar a dudas, fue, también, una de esas obras que resuenan por dentro mucho después de que caiga el telón (figurado).
Sobre un escenario casi desnudo —solo cuerpos, cuerdas, equilibrismo ensayados, gritos que rompen el silencio, respiraciones y confianza—, diecisiete artistas de catorce países nos recordaron que el circo, en su forma más pura, no es sólo espectáculo. Es un acto de fe, de comunidad, de vulnerabilidad compartida. En una época definida por trincheras sociales, políticas y emocionales, «The Genesis» propone una mirada desde otro lugar: desde lo alto de un equilibrio frágil y a la vez profundamente humano.
El montaje fue sobrio, pero nunca frío. La estética minimalista sirvió de lienzo a una narrativa corporal que avanzaba sin palabras, pero con una contundencia emocional que lo decía todo. Cada salto, cada caída, cada apoyo mutuo entre los cuerpos hablaba del riesgo y de la necesidad del otro era un reto a los sentidos de quienes conteníamos la respiración al otro lado.
Fue como una reivindicación de lo colectivo, donde si uno cae, caen todos. Si uno vuela, lo hace sostenido por muchos. Y eso, quizá, debería servirnos como lección a las que desde las gradas retráctiles, que transforman cada verano el amplio espacio central de Casa Mediterráneo en un escenario perfecto, sentimos que los conflictos tienen una solución más clara abrazados, que disparándonos o pegándonos de hostias.
El público —una amalgama de profesionales de las artes escénicas, turistas curiosos y habituales del Arniches— aplaudía no sólo la pericia técnica, sino ese valor intangible que surge cuando el arte se pone al servicio de un mensaje mayor. «The Genesis» no es una historia en el sentido convencional, sino un viaje hacia lo esencial: la raíz, el origen, ese principio que solemos dejar atrás por considerarlo ingenuo o inalcanzable, pero que conviene recordar cuando el día a día nos hace olvidar la importancia de sentir cada segundo como lo que es: irrepetible, irremplazable y diferente.
Pero esta obra insiste: no lo olvidemos. Porque quizás ahí, en esa fuerza del colectivo, en esa necesidad de equilibrio compartido, se encuentren algunas de las respuestas que tanto buscamos.
Copenhagen Collective se autodefine en un manifiesto claro: en un mundo roto, el arte todavía puede ser abrazo, red, resistencia. Y esta noche en Alicante, bajo el manto cálido del Mediterráneo, nos lo han demostrado con sudor, cuerpo y poesía.
El circo y la sensibilidad van siempre de la mano. Y eso, seguramente, es lo que ha dejado en evidencia este génesis, al que aún le quedan seis capítulos más por escribir.
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