
Es curioso, que mientras el alcalde de Alicante, Luis Barcala, acompañado del conseller de Infraestructuras, Vicente Martínez Mus, visitaba este martes las obras de la futura Estación Central del TRAM en la parada de la UA cientos de estudiantes se manifestaran por el difícil acceso y la saturación del tranvía que accede a la universidad.
La foto política, irá atada a un titular ligado a que el proyecto de más de 102 millones de euros. Pero no estará terminado hasta comienzos de 2029, y se presenta como el gran “nodo intermodal” que transformará la movilidad en la ciudad, pero ¿es la solución?.
La realidad es que un punto neurálgico que conecte tranvía, autobuses urbanos, metropolitanos e interurbanos, además de los servicios ferroviarios de largo recorrido suena bien. Pero mientras se proyecta a bombo y platillo una infraestructura que tardará casi cuatro años en estar operativa, la realidad cotidiana de quienes usan el transporte público en Alicante es bien distinta: autobuses y tranvías saturados, frecuencias insuficientes y una ciudad que a partir de medianoche se convierte en un desierto para moverse sin coche.
Quienes dependen del transporte público en Alicante saben que es habitual subirse a un bus o tranvía a rebosar, con usuarios apretados como sardinas en lata. Las frecuencias son un problema crónico: esperas largas, servicios que no se ajustan a las necesidades de la población trabajadora y estudiantil, y horarios que dejan incomunicada a la ciudad cuando más falta hace.
¿Cómo se puede hablar de una ciudad turística, mediterránea y moderna cuando a las 00:00 horas ya no existe la opción de moverse en transporte público? Alicante es, además, una ciudad de hostelería, de comercio, de turnos que terminan más allá de las 22:30 horas. Y sin embargo, quienes trabajan y quienes disfrutan de la ciudad en esas horas se ven obligados a recurrir al coche privado o al taxi, porque la red pública sencillamente no responde.
Una estación central… ¿para qué Alicante?
Barcala subrayó durante la visita que el buen ritmo de los trabajos de la Estación Central reafirma el compromiso de la Generalitat con Alicante. Pero la pregunta que muchos vecinos se hacen es: ¿de qué sirve tener un nodo centralizado en 2029 si, a día de hoy, los barrios y municipios del entorno siguen sin contar con líneas básicas?
¿Dónde están los proyectos para que el TRAM llegue de una vez al Hospital de Sant Joan? ¿Para conectar Elche y Alicante con un servicio ágil y sostenible que reduzca la dependencia del coche? ¿Qué pasa con barrios históricos y populares como San Antón, San Gabriel o Carolinas, que siguen sin una cobertura de tranvía digna? El futuro Parque Central puede sonar muy ambicioso, pero la movilidad real de miles de alicantinos no puede esperar cuatro años ni resignarse a ser siempre la última en la lista de prioridades.
Bicis y contaminación: la otra cara olvidada
A la falta de transporte público eficaz se suma la desidia en materia de movilidad sostenible. Alicante sigue sin apostar decididamente por una red de carriles bici segura y bien conectada, lo que desincentiva un medio de transporte limpio y cada vez más demandado. Y mientras tanto, el tráfico rodado genera contaminación acústica, ambiental y una ocupación abusiva del espacio urbano que no parece preocupar a las administraciones.
Las obras de la Estación Central —que incluyen un túnel de 72 metros y una terminal subterránea con cuatro vías, andenes y vestíbulos— avanzan con un despliegue técnico de envergadura. Martínez Mus defendió que la futura infraestructura permitirá “crear un gran nodo intermodal”. Pero esa imagen contrasta con la vida diaria de los ciudadanos: frecuencias insuficientes, falta de cobertura en barrios clave y horarios que no cumplen ni de lejos las necesidades de una capital que quiere proyectarse al mundo.
Porque una cosa es cortar cintas inaugurales y levantar grandes estaciones, y otra muy distinta garantizar que los alicantinos y alicantinas puedan moverse de forma cómoda, sostenible y justa hoy, no en 2029.
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