
Carlos Mazón, presidente de la Generalitat y alicantino de nacimiento, presentó en el Debate de Política General un paquete de 44 medidas que, en teoría, debían marcar la hoja de ruta del Consell para el próximo curso político. Sin embargo, el balance es tan llamativo como desalentador: de esas 44 propuestas, solo una incumbe directamente a la ciudad de Alicante.
El único anuncio concreto se refiere al acceso ferroviario vinculado al desdoble de la CV-865. Nada más. Ni un compromiso con la vivienda en la ciudad, ni planes para la regeneración de barrios, ni avances en transporte público – el Tram, por ejemplo -, ni una sola iniciativa en materia de medio ambiente que aterrice en el territorio alicantino.
Resulta difícil no ver aquí una contradicción flagrante. Cuando se trata de criticar al Gobierno central, Mazón no pierde ocasión de denunciar la infrafinanciación crónica que padece la Comunitat Valenciana. Pero a la hora de repartir recursos y prioridades desde la Generalitat, esa misma infrafinanciación se materializa dejando a Alicante en un segundo, o tercer plano.
El argumento de que “no es el momento” o que el foco está puesto en emergencias como la DANA podría servir en situaciones excepcionales. Pero lo que reflejan estas 44 medidas no es una excepción, sino una pauta: Alicante vuelve a quedar relegada a las migajas del relato político autonómico.
Que sea precisamente un presidente alicantino quien pase de puntillas por las necesidades urgentes de su ciudad añade una capa más de decepción. Porque si ni siquiera un president salido de aquí logra que Alicante tenga voz propia en la agenda autonómica, ¿quién lo hará?
La sensación que queda es la de siempre: discursos grandilocuentes en València, aplausos en Les Corts y titulares de impacto… pero cuando toca concretar, Alicante sigue esperando.
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