La falta de sueño hace que muchos padres, y madres, se ahoguen en un vaso de agua, asumiendo que es más sencillo no hacer nada, o creyendo que la tele —o la puta tablet— puede criar a sus hijos mejor que darse una vuelta por ahí a ver mundo.
Tampoco somos conscientes, muchas veces, de que vivimos en una gran ciudad. Que con la gentrificación, los guiris y los especuladores nos están comiendo la tostada, y que, a veces, hay que hacer determinados “actos” para reivindicar nuestra condición de autóctonos.
Lo del Black Friday, o lo de sucumbir al influjo de las luces recién encendidas de Navidad, está bien. La idiosincrasia, ya, no sé dónde quedó, porque ahora lo alicantino tiene cierto deje anglosajón, mezclado con manchego, murciano, madrileño… Todo suma, pero quizá convendría que, en esa adhesión de sensibilidades y costumbres, no olvidásemos la cultura.
Es más propio —incluso más navideño— entender a Juana Francés – instaurada hasta enero en el MACA – que ver si el Belén gigante va a caer con el viento. Y, vista la cantidad de gente entre tardeos, compras y paseos, y dado que de dinero no voy muy sobrado, me pasé el sábado paseando por el Alacant Open Studios. Hasta el punto de acabar con agujetas, físicas y emocionales, acumulando nombres, obras y realidades de artistas como Carolina Diego, Perceval Graells, Lucía Morate, Marian Cremades, Radioboy o Juanjo Hernández.
La mayoría, en esta ciudad que presume de museos internacionales, no tiene más espacio que el propio para mostrar sus evoluciones. Y, fíjate tú por dónde, queriendo enseñarle cosas yo a mi hija, fue ella —cuaderno en mano— la que retrató lo que le iba gustando: copiando colores, esculturas, reflejos de fotografías o preguntas que su cerebro de seis años aún no sabe contestar.
Son niños, pero no son gilipollas. Y tienen la gran suerte de no estar viciados por la indolencia adulta. Además, no tienen pereza: tienen curiosidad. Y responden a los estímulos con esa capacidad que tú, seguramente, creíste perder por el camino… pero ya te digo yo que no, que ahí sigue, aunque te empeñes en no ejercitarla lo que deberías.
Tras un helado —que los caprichos también tienen cabida— acabamos en Las Cigarreras, cerrando el festival Bello Público con el Spoken Word de Ofelia, de Vera Lebron. Mi hija no tiene ni zorra idea de quién es Hamlet, ni de qué es el sexo, el amor o la experimentación. Pero yo tampoco . Ella, al menos, intenta pintarlo desde su visión particular de lo bello, el frío y el tono de sus rotuladores.
La experiencia te recuerda que, si te tomas la vida como un juego, a veces hasta puedes ganar. Y el remate, con Pablo Und Destruktion desnudando la parte filosófica de esa oscuridad que nos rodea, la dejó pensativa.
No vimos el concierto entero, porque la saturación no es buena. Pero en el TRAM de vuelta, y durante la cena, tuve conversaciones que no habría tenido si nos hubiéramos quedado en casa con la manta viendo la tele.
Lo que me recuerda que, en experimentar, está el desarrollo de la curiosidad. Luego, la vida no tiene respuestas para todo: ni siempre hay estudios en los que refugiarte del frío, ni poesía en la que acampar. Pero lo que sí puedes hacer, siempre, es buscar cosas que hagan que tu sábado sea diferente. Mejor. Porque, para ver la peli —que también—, siempre hay tiempo.
















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