
La portada de la nueva temporada del Teatre Arniches muestra un rostro desenfocado. Una imagen sugerente, ambigua. No sabemos si invita a que cualquiera de nosotros ocupe ese lugar —el del espectador— o si, más bien, plantea una pregunta incómoda: ¿quién será ahora el rostro del Arniches? Quizá ambas cosas a la vez. Y no es casual.
La presentación dela programación fue, como casi siempre, cercana. Estábamos los 4 que siempre cubrimos la actualidad cultural de Alicante, junto a alguna incorporación nueva. Un clima reconocible, cómodo, casi doméstico. Todo seguía el guion hasta que Alicia Garijo anunció que se jubila. Sin aspavientos. Sin grandes titulares. Con esa diplomacia tranquila que la ha acompañado durante toda su etapa como directora del Teatre Arniches.
Alicia siempre ha estado ahí. Para mí, el Arniches fue mi primer cliente no estrictamente musical, y Alicia fue la primera que me llamó personalmente. Nos tomamos un café en territorio neutro, después de una charla en la SEU sobre el estado de los medios en Alicante. Yo entonces no lo sabía, pero ese encuentro informal era ya una declaración de intenciones. Ese era —y ha sido— su modus operandi: escuchar, palpar la realidad, entender el contexto antes de tomar decisiones.
Durante siete —casi ocho— años ha hecho exactamente eso. Buscar, rebuscar, contrastar. Elegir quince o veinte obras cada temporada no como quien llena un calendario, sino como quien construye un relato. Y hacerlo, además, desde la cercanía como marca personal. No como estrategia de comunicación, sino como convicción profunda.
Y lo ha ejecutado a la perfección…
Ha contribuido, literalmente, a criar a mi hija —y a miles de niños y niñas más— a través de Som Menuts, uno de esos proyectos que parecen pequeños hasta que entiendes su alcance real. A ello se suma su decidida apuesta por la Campaña Escolar, invitando a colegios e institutos a descubrir el teatro tal como es: sin condescendencia, sin artificios innecesarios, como espacio de pensamiento, emoción y pregunta. Una puerta de entrada honesta y exigente a las artes escénicas para generaciones enteras.
Ha permitido el cuestionamiento directo, sin estridencias, sin subrayados innecesarios, algo que por desgracia cuesta encontrar en otros espacios. Y ha dado forma a su idea con un equipo mayoritariamente de mujeres —más Javi y Fermín— tan excelentes profesionales como ella.
Se va sin ruido. Pero en su haber queda haber contribuido decisivamente a que Alicante tenga FRESCA!, el MOVA a que festivales como La Muestra de Teatro, Abril en Danza o Circarte hayan crecido, se hayan consolidado y hayan ganado respeto fuera de nuestras fronteras. Dice mucho de ella su visión. Sus ideas son las que son, no necesita justificarlas. Pero durante estos años ha sabido compartir protagonismo con distintos actores culturales y políticos, reivindicando Alicante dentro de un ecosistema a menudo hostil, donde Valencia ha sido históricamente el centro de gravedad.
Su puerta siempre ha estado abierta. Y eso no es una metáfora.
Ojalá quien llegue después mantenga esa puerta abierta como símbolo de modernidad, de lenguaje alternativo, de cercanía real. Sea quien sea, lo va a tener difícil para estar a su altura. Nos costará un tiempo asimilar que Alicia Garijo no va a estar, o desligar lo que hoy es el Arniches de su persona. Porque durante estos años han sido casi lo mismo.
Esta programación coincide con su anuncio de jubilación tras ocho años de una labor especialmente destacada, marcada por la coherencia artística, la defensa de la creación contemporánea, el apoyo al tejido local y una vocación pública del teatro entendida en el mejor sentido posible.
Espero —esperamos— que su trabajo sea reconocido y agradecido como merece. Porque cuando un teatro funciona, cuando genera pensamiento y debate, cuando cuida a su público desde la infancia y la adolescencia, no es casualidad que la historia tenga una directora de escena con nombre propio. Y durante todo este tiempo, ese nombre ha sido Alicia Garijo.
¡Disfruta tu jubilación! te la has ganado



















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