
Pese a la alerta meteorológica por la DANA “Alice”, Alicante afronta el puente del 9 d’Octubre con una ocupación hotelera cercana al 80%. El festivo autonómico, que coincide con un lunes festivo en otras comunidades, ha favorecido un repunte de reservas, consolidando la tendencia de un verano con cifras elevadas de visitantes y precios sostenidos en el sector turístico.
La Asociación Provincial de Hoteles y Apartamentos Turísticos (APHA) prevé cerrar octubre con una media del 81,2% de ocupación, ligeramente superior a la del año anterior. Estos datos confirman la fortaleza del modelo turístico en la provincia, aunque también reavivan el debate sobre su impacto en la vivienda y el acceso al territorio por parte de la población local.
Durante el verano, los hoteles de Alicante alcanzaron un 92% de ocupación en agosto y más del 85% en julio, concentrando gran parte de la demanda en turistas internacionales —en torno al 72%—, principalmente procedentes del Reino Unido. Este predominio del turismo extranjero, junto con el incremento de apartamentos turísticos, ha contribuido a tensionar los precios del alquiler y a acelerar procesos de gentrificación en barrios céntricos y zonas costeras, donde los residentes encuentran cada vez más dificultades para mantener su vivienda habitual.
Los datos de septiembre reflejan la misma tendencia: una ocupación provincial del 86,8%, con picos del 95% en Playa de San Juan y Jávea. En contraste, municipios con menor presencia de grandes cadenas hoteleras o con una oferta más residencial, como Villajoyosa u Orihuela, presentan cifras notablemente más bajas, lo que evidencia la desigual distribución de beneficios económicos del turismo en el territorio.
El perfil del visitante sigue siendo mayoritariamente extranjero (casi un 78%), con un flujo constante de turistas del Reino Unido, Irlanda, Francia y Alemania. Entre el público nacional, destacan los procedentes de la Comunitat Valenciana y la Comunidad de Madrid. Estos patrones de movilidad interna e internacional sostienen una economía turística que, aunque rentable para el sector hotelero, plantea interrogantes sobre la sostenibilidad social y ambiental del modelo.
El buen comportamiento de la ocupación y los ingresos no logra ocultar las tensiones que el turismo masivo genera en la ciudad: encarecimiento de la vivienda, precariedad en el empleo estacional y desplazamiento de la población local hacia las periferias. Frente a la satisfacción empresarial por los resultados, colectivos vecinales y movimientos antidesahucios insisten en la necesidad de revisar las políticas públicas de vivienda y regular con mayor firmeza los apartamentos turísticos para frenar la expulsión del vecindario.
Alicante, que celebra su identidad y su atractivo mediterráneo, encara este nuevo ciclo turístico con un reto doble: mantener su dinamismo económico sin renunciar al derecho a la ciudad de quienes la habitan todo el año.
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