
Hay murales que decoran y hay murales que gritan. El que hace unos meses pintó Toni Cuatrero en Colonia Requena, en colaboración con la gente del barrio, Asertos y Arquitectura sin fronteras, es de los segundos. Y ya forma parte del paisaje urbano de la zona norte.
No se trata solo de una intervención artística, sino de una declaración colectiva. Este mural nació de un proceso participativo con los propios vecinos y vecinas, y ahora defiende algo que a menudo se pasa por alto en ciudades cada vez más homogeneizadas y centralizadas como Alicante: la cultura de barrio, la idiosincrasia local, el valor de lo comunitario.
Colonia Requena ha sido históricamente uno de esos barrios que arrastran prejuicios. Desde fuera se mira con desconfianza, con paternalismo o directamente con miedo. Como si allí no vivieran personas normales, con sus problemas, sus trabajos y sus sueños. Como si fuese un lugar ajeno, un mundo aparte, casi un zoológico exótico que se contempla pero no se escucha. Y eso es precisamente lo que han querido desmontar con este mural.
Este proyecto no va solo de arte. Va de colaboración entre culturas, de vecindad, de trabajo diario por mejorar las cosas desde abajo. El mural no ha sido impuesto desde una institución ni diseñado en un despacho: han sido los propios vecinos los que han guiado la línea conceptual. Y muchos lo compartían con el artista con orgullo: lo ven como una carta abierta a quien pase por allí. Un mensaje que dice “Aquí también se vive, se lucha y se cuida”. Un gesto de bienvenida y de reivindicación al mismo tiempo.
Este proyecto nace de la reflexión de Toni Cuatrero —otra vez— en torno al eterno debate sobre el arte urbano y la gentrificación. ¿Puede un mural ayudar a revalorizar un barrio hasta hacerlo inaccesible para su propia gente? ¿Estamos, sin querer, contribuyendo al desplazamiento que tanto criticamos? .
La respuesta está en el arte, en los matices y en la reflexión que esto genere y si eso contribuye a hacer comunidad, a derribar muros o a dar voz a gente olvidada, el maravilloso trabajo del artista habrá tenido sentido. «El mural no es una herramienta de marketing urbano, sino un espejo que devuelve dignidad y orgullo a quienes siempre han estado ahí».
Y eso, en los tiempos que corren, ya es mucho decir.
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