El debate cultural en Alicante vuelve a girar —innecesariamente— en torno a la incertidumbre. Esta vez, el Ayuntamiento ha decidido advertir públicamente de que los conciertos previstos en el recinto de Rabasa para 2026 “carecen de permiso” y que, por tanto, “puede que no se celebren”. Una maniobra que sorprende no solo por su inoportunidad, sino por la sombra que proyecta sobre uno de los principales motores culturales de la ciudad: Producciones Baltimore, empresa cien por cien alicantina que ha situado a la ciudad en el mapa musical nacional.
La Concejalía de Urbanismo asegura que las autorizaciones no están concedidas, pese a que la venta anticipada ya está en marcha. Sin embargo, esta advertencia llega como si fuese una revelación extraordinaria, cuando ese procedimiento ha sido exactamente el mismo desde 2022. Baltimore ha actuado siempre así: presentando la documentación con 30 días de antelación y recibiendo la licencia el día previo, tras la inspección obligatoria.
Nada nuevo, nada irregular, nada distinto a lo que exige la ley.
La verdadera pregunta, por tanto, es: ¿por qué ahora este aviso público, cuando el procedimiento no ha cambiado?
Es imposible ignorar el contexto. Tras dejar a Baltimore sin el Puerto —un espacio cuya programación quedó demostrada como de menor calidad cuando no la gestionaba esta promotora— el Ayuntamiento parece haber orientado su nueva “estrategia cultural” hacia la Plaza de Toros. Una burbuja aún ficticia, basada más en titulares que en contenido real, y que pretende vender como novedad una oferta que, en el 90% de los casos, ha demostrado ser peor cuando no lleva la firma de Baltimore, como demuestra el hecho de que el coso alicantino acumule 4 gestiones diferentes en el último lustro.
La advertencia sobre Rabasa parece un capítulo más de esta deriva: asumir que basta con mover escenarios de sitio para crear cultura. Como si la profesionalidad, la experiencia y la identidad alicantina de una promotora consolidada fueran elementos secundarios.
Baltimore, de nuevo, ejemplar en su respuesta
La promotora, responsable de Área 12 (que ha acogido a Texas, Maná, Los Planetas, Ara Malikian, Guitarrica Delafuente…, Spring Festival, Los Conciertos del Baluarte (en El Castillo) y buena parte de los conciertos que han revitalizado la ciudad, ha respondido con claridad: todo se ha hecho siempre igual, en coordinación con las autoridades, cumpliendo la normativa y sin que jamás se haya producido un problema.
Baltimore recuerda algo que cualquiera con experiencia en eventos conoce: no existe la posibilidad legal de otorgar licencias con meses o años de antelación. El Ayuntamiento también lo sabe. Y aun así, ha lanzado un mensaje que genera incertidumbre, ruido y preocupación en un sector que lleva años levantando la cultura alicantina casi sin ayuda institucional.
Quizá esta advertencia viene de la evidencia de que Rabasa ha sido, durante años, un tablero donde se han intentado mover grandes intereses urbanísticos y comerciales. Proyectos mastodónticos, propuestas de desarrollo controvertidas y operaciones que más de una vez han rozado el concepto de pelotazo han marcado la historia reciente del área.
En ese contexto, no sorprende que la cultura —cuando funciona, cuando revitaliza el entorno y cuando consolida un uso ciudadano del espacio— pueda convertirse en un incómodo obstáculo para quienes tienen puestas sus miras en otro tipo de aprovechamientos. Y eso explica por qué, pese a cuatro años de normalidad, respeto escrupuloso de la normativa y éxito de convocatoria, ahora surjan advertencias “preventivas” que jamás hicieron falta antes.
Un aviso innecesario que no suma y que sí resta
El acuerdo de uso de Rabasa es impecable. Funciona, ha funcionado durante cuatro años y ha demostrado —con hechos, públicos y medibles— que Alicante sí tiene capacidad para convertirse en una referencia musical de las giras que antes pasaban de largo.
Por eso sorprende aún más que el Ayuntamiento decida colocar palos en las ruedas justo cuando debería hacer lo contrario: apoyar, reforzar y proteger lo que sí funciona.
La ciudad ya ha visto lo que ocurre cuando se deja escapar a quien genera cultura real. Benidorm perdió el Low. Alicante, con Barcala al frente, debería aprender de ese error ajeno y no repetirlo en casa.
Mientras tanto, el PP continúa anunciando —una vez más— un futuro recinto público en el próximo Plan General. Un proyecto que suena bien, pero que lleva años moviéndose siempre en el mismo terreno: el de las intenciones. Mientras llega (si llega), lo que existe y funciona es Rabasa y lo que mantiene viva la agenda cultural es el trabajo profesional de quienes llevan años haciéndolo: Producciones Baltimore y el público que confía en ellos.
La cultura de Alicante no necesita advertencias sin fundamento. Necesita apoyo real, estabilidad y un Ayuntamiento que ponga soluciones, no obstáculos.
















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