
Durante años, los bancos han recibido millonarios rescates financiados con dinero público. Sin embargo, lejos de devolver ese favor a la ciudadanía, hoy siguen engordando sus beneficios a costa de sus propios clientes. Un claro ejemplo es el aumento generalizado de las comisiones bancarias, que afecta especialmente a quienes menos tienen.
Las entidades han encarecido de forma notable el mantenimiento de las cuentas más básicas, aquellas que no están vinculadas a otros productos. El coste medio de una cuenta sin condiciones ha subido un 6% en el último año, superando ampliamente la inflación. De media, los clientes pagan ya unos 160 euros anuales solo por mantener abierta una cuenta corriente. En algunos bancos, este coste alcanza los 240 euros. Una cifra escandalosa, teniendo en cuenta que se trata de un servicio esencial para operar en la economía actual.
Y no solo han subido las comisiones. También se han endurecido los requisitos para librarse de ellas. Muchos bancos exigen nóminas elevadas —algunas de al menos 2.000 euros— o incluso la contratación de productos adicionales como seguros, fondos o tarjetas, además de operar regularmente con ellos. En algunos casos, se exige todo esto a la vez, algo inasumible para muchas personas, especialmente las que tienen rentas más bajas.
Mientras tanto, los grandes bancos no dejan de batir récords de ingresos por comisiones. Solo en 2024, los seis principales del Ibex 35 ingresaron casi 27.000 millones de euros por este concepto. Y la tendencia no se frena: en los primeros meses de 2025 ya han sumado otros 7.000 millones, un 5,9% más que en el mismo periodo del año anterior. Todo ello en un contexto en el que los tipos de interés han comenzado a bajar, reduciendo sus beneficios por esa vía. Pero las comisiones lo compensan con creces.
En algunos aspectos, como las transferencias inmediatas, se han producido avances. Desde el año pasado, los bancos no pueden cobrar más por hacerlas al instante que por una transferencia estándar, lo que ha provocado una notable bajada en estas comisiones. Pero esta es la excepción, no la norma.
Al final, los clientes terminan pagando más por menos, atrapados en un sistema en el que “pasar por el aro” es prácticamente la única opción. Un sistema que castiga especialmente a quienes menos pueden permitirse cumplir con todas las exigencias, mientras las entidades financieras, rescatadas con dinero de todos, siguen llenando sus arcas.
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