
El Ministerio de Cultura ha iniciado un proceso sin precedentes en España: la retirada de restos humanos de museos estatales, en aplicación de la Carta de compromiso para el tratamiento ético de restos humanos en los museos estatales, aprobada recientemente. Este protocolo, que se alinea con estándares internacionales en materia de ética museística, establece pautas claras sobre cómo deben tratarse estos restos: con respeto, dignidad y sensibilidad hacia las culturas de origen.
¿Qué restos se han retirado?
Hasta el momento, se han retirado 10 conjuntos de restos humanos de los 14.845 que figuran en los inventarios de los museos estatales. Uno de los casos más destacados es el de una momia guanche, que había sido expuesta en el Museo Arqueológico Nacional desde 2015 en la sección dedicada a la Arqueología Canaria.
Este gesto ha abierto un debate sobre los criterios utilizados para decidir qué restos permanecen y cuáles se retiran. En el mismo museo, por ejemplo, continúan expuestas dos momias egipcias, envueltas en vendas y mostradas con elementos que contextualizan su cultura y rituales funerarios.
¿Por qué unas momias sí y otras no?
El Ministerio, liderado por Ernest Urtasun, ha explicado que la decisión final corresponde a cada museo, siempre siguiendo las directrices de la Carta. En el caso de las momias egipcias, se considera que su presentación cumple con las recomendaciones éticas: están cubiertas, bien contextualizadas y, según se indica, no existe oposición por parte de la comunidad de origen a su exhibición.
Este punto es crucial. La Carta establece que, siempre que sea posible, debe consultarse con comunidades o países de origen. En muchos casos, sin embargo, estas comunidades ya no existen o no han manifestado una postura oficial.
El debate internacional: ¿falta de respeto o educación histórica?
La medida ha reavivado un debate que ya ha tenido lugar en otros países. Museos como el Übersee-Museum de Bremen (Alemania) o el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York han emprendido revisiones profundas de sus colecciones humanas, motivados por demandas éticas, sociales y políticas.
Algunos expertos y profesionales de museos defienden que la exhibición de restos humanos contribuye a la comprensión del pasado y puede tener un gran valor educativo. Otros, en cambio, sostienen que exponer cuerpos humanos, especialmente sin consentimiento explícito o sin representación de la comunidad de origen, cosifica a las personas y perpetúa una visión colonial o eurocéntrica del conocimiento.
¿Y ahora qué?
El Ministerio ha afirmado que este proceso no ha concluido. Los museos continuarán revisando sus fondos y aplicando los criterios éticos establecidos. No se descarta que haya nuevas retiradas en el futuro.
Este primer paso supone una llamada a la reflexión sobre cómo miramos el pasado, quién decide qué se muestra y cómo, y hasta qué punto los museos deben evolucionar en su relación con la memoria y la dignidad de las personas, incluso después de la muerte.
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