
Repensar la educación, una cuestión de estado…
La situación del profesorado en la Comunidad Valenciana, como en muchas otras regiones de España, atraviesa un momento delicado. Lejos de estar en el centro del reconocimiento social, los docentes suelen convertirse en blanco fácil de críticas que apuntan al calendario escolar, a los periodos de descanso o a una supuesta falta de compromiso. Pero esta visión superficial olvida que, sin profesorado motivado, respetado y bien formado, no hay educación posible.
La realidad actual exige un cambio de perspectiva. En lugar de reducir el debate a las vacaciones o a la jornada laboral, habría que situar al profesorado en un pedestal, reconocer su labor como esencial para el presente y futuro de nuestra sociedad, y facilitarles el espacio que necesitan para crecer profesionalmente. Más allá del aula, las y los docentes deberían contar con permisos específicos para reinventarse, participar en formaciones, repensar sus metodologías y explorar nuevas maneras de conectar con el alumnado.
En la Comunidad Valenciana, esta urgencia no es una abstracción. Durante 2023, 168 plazas de profesorado de Matemáticas quedaron sin cubrir, un 39% del total ofertado. Un dato que pone de manifiesto un problema estructural: cada vez cuesta más encontrar profesionales que quieran —o puedan— ejercer la docencia en determinadas áreas clave. Y esta tendencia va en aumento.
La precariedad laboral, la temporalidad y la falta de una carrera profesional clara han hecho mella en la motivación del profesorado. Muchos docentes jóvenes encadenan sustituciones durante años, sin garantías de estabilidad, mientras que quienes llevan más tiempo en el sistema deben asumir cargas administrativas crecientes y desafíos pedagógicos cada vez más complejos. No sorprende, por tanto, que una parte significativa del profesorado se plantee abandonar la profesión.
En este contexto, no basta con cubrir plazas o ajustar ratios. Hace falta una política educativa a largo plazo que sitúe al profesorado como protagonista del cambio. Que permita su renovación sin agotamiento. Que no solo valore su experiencia, sino también su capacidad de adaptarse, de investigar, de innovar en el aula.
La Comunidad Valenciana ha dado pasos positivos en los últimos años en cuanto a la inversión en infraestructuras y contratación, pero queda mucho por hacer si se quiere afrontar de verdad el reto del relevo generacional en las aulas. El envejecimiento del profesorado, unido a la falta de incentivos reales para las nuevas promociones, amenaza con debilitar aún más un sistema que debería aspirar a lo contrario: fortalecerse.
Reforzar la formación permanente, habilitar permisos para la actualización docente, reducir la burocracia innecesaria y blindar unas condiciones laborales dignas no es un lujo, es una necesidad. En lugar de poner en duda el compromiso del profesorado, deberíamos estar pensando cómo cuidarlo mejor. Cómo ayudarles a que no se apaguen, a que sigan siendo referentes y motores de transformación.
En una época de incertidumbre y cambios acelerados, invertir en educación pasa por invertir en quienes la hacen posible día a día. Desde la Comunidad Valenciana se puede y se debe liderar una nueva mirada sobre la docencia. Una que la dignifique, la escuche y la potencie. Porque no hay reforma educativa sin profesorado respetado, valorado y con tiempo para pensar. Porque sin profes, no hay futuro.
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