
Alicante ha dado luz verde a las archiconocidas (y a veces temidas) fiestas privadas de urbanización para dos fines de semana de agosto: del 15 al 17 en La Albufereta, Cabo de la Huerta y Playa de San Juan, y del 29 al 31 en el resto de la ciudad.
La cosa va de viernes a domingo, de 10 de la mañana a 11 de la noche, con barra libre de altavoces a partir de las 22:00 y hasta las 2:30 de la madrugada (solo viernes y sábado, que el domingo hay que madrugar para quejarse al grupo de WhatsApp).
Ahora bien, cabe preguntarse: ¿cómo van a sobrevivir estas tradiciones tan “entrañables” en plena ebullición del turismo residencial? Con tanto nórdico recién llegado, que cena a las siete, se acuesta a las nueve y saluda en el ascensor con ese entusiasmo que les caracteriza, no está claro que las verbenas con chiringuito, bocata y Camela a 90 decibelios vayan a durar muchos años más.
Porque eso sí: la organización corre a cargo, como siempre, del comité de fiestas autoproclamado, también conocido como “las ruidosas de la urbanización”. Gente entregada a la causa cultural (ejem), que cada año eleva el nivel musical a cotas inexploradas: desde reguetón de 2010 hasta himnos discotequeros que harían temblar al Ministerio de Cultura. Y no falta el castillo hinchable para los niños, instalado con el mismo rigor técnico con el que uno monta una estantería del IKEA sin instrucciones.
Los trámites, eso sí, son lo más formal del evento: solicitud al Ayuntamiento, certificados, seguros, normativas y algún que otro documento que probablemente nadie lee. Porque el verdadero espíritu de estas fiestas no está en el papel, sino en la mezcla de tortilla de patatas, luces LED, fiesta de la espuma, temáticas cutres y, ya con dos gintonics, la inevitable bronca con el del 3ºA por aparcar donde no debe.
Así que ya sabes: este agosto, si oyes Camela desde tu ventana y ves a tu vecina bailando con una copa de tinto de verano en la mano, no es que hayas viajado en el tiempo, es que siguen vivas las fiestas de urbanización. Al menos, hasta que los guiris decidan montar una asociación de afectados por el ruido y consigan que se celebre todo en horario escandinavo.
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