La historia vuelve a repetirse. Una auditoría pública ha puesto en cuestión la viabilidad de Ciudad de la Luz y del llamado hub digital del Consell, proyectos nacidos bajo la promesa de convertir a Alicante en un polo de innovación cultural y tecnológica, pero que, como tantas veces, amenazan con diluirse en la misma espuma de otras burbujas previas.
El informe revela que la Sociedad de Proyectos de Transformación Digital (SPTD) arrastra ya 63 millones de euros en deudas por expropiaciones de terrenos, una cifra que no solo compromete las cuentas, sino que introduce un riesgo real para la supervivencia del propio modelo. El escenario no es nuevo: la ciudad y la provincia llevan años asistiendo a anuncios grandilocuentes que terminan convertidos en lastres financieros, dejando tras de sí un reguero de expectativas frustradas.
Mientras tanto, la cultura real, la cotidiana, la que se levanta cada día en teatros, salas, casas de cultura y asociaciones, sigue sobreviviendo con presupuestos mínimos. Artistas, compañías y colectivos que trabajan desde la precariedad ven con impotencia cómo millones se evaporan en proyectos faraónicos que nunca terminan de despegar, cuando con una mínima parte de esos fondos podrían garantizar continuidad, estabilidad y proyección a creadores locales que sostienen, con imaginación y esfuerzo, la verdadera vida cultural de Alicante.
El cansancio es palpable. La comunidad cultural está harta de que estas burbujas desvirtúen el trabajo genuino que se hace desde la base: desde la música y las artes escénicas, hasta el arte visual y la literatura. Alicante no necesita más maquetas de cartón piedra ni experimentos de laboratorio que nadie pisa. Necesita apoyo real a quienes, con pocos medios, dan luz cada día a lo que de verdad sucede en la ciudad.
El informe no solo es una llamada de atención financiera, sino también un recordatorio social: los grandes titulares no sostienen la cultura; lo hacen las personas y espacios que trabajan a diario desde el compromiso y la autenticidad.
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