
Escuchar a José “Pepe” Mujica era asistir a una clase de filosofía, de ética política y de humanidad sencilla. Ya fuera desde la calma de su chacra o en los grandes foros del mundo, el expresidente uruguayo hablaba sin dobleces, sin protocolo vacío, con una claridad conmovedora que hacía pensar y sentir al mismo tiempo. Mujica, quien falleció el pasado 13 de mayo a los 89 años, dejó mucho más que una trayectoria política: dejó un legado de pensamiento y dignidad.
A lo largo de su vida —como guerrillero, preso político, senador, presidente o campesino— construyó una figura ética que excedió las etiquetas. Su autenticidad, su humildad radical y su coherencia lo convirtieron en una especie de sabio popular moderno. Estas son diez de sus frases más recordadas, seleccionadas no solo por su impacto, sino porque resumen su visión del mundo, su temple y su compromiso con la vida.
1. “Pobres son los que quieren más, los que no les alcanza nada. Esos son pobres, porque se meten en una carrera infinita”
En una época obsesionada con el consumo, Mujica dio un golpe seco sobre el sistema: la verdadera pobreza no es la falta de bienes, sino la esclavitud del deseo permanente. En vez de acumular, enseñó a soltar. Su estilo de vida frugal no fue una pose, sino un manifiesto viviente.
2. “Yo sé que soy un viejo medio loco (…) Y como fui presidente vienen acá y ven esta casita y me admiran. Pero no me siguen ni en pedo”
Pepe hablaba sin filtro, con el descaro del que no tiene nada que ocultar. Su humildad era militante y molesta. Molesta para un mundo que no tolera lo honesto porque refleja lo que falta en los demás.
3. “Tuve que repensarlo todo y aprender a galopar hacia adentro (…) para no volverme loco”
Catorce años de cárcel, muchos de ellos en condiciones infrahumanas, no le robaron la luz. Al contrario, lo hicieron más sabio. Su historia es un ejemplo crudo de resiliencia y transformación: de guerrillero preso a presidente, sin abandonar nunca sus ideas esenciales.
4. “En mi jardín hace décadas que no cultivo el odio (…) el odio termina estupidizando”
Pepe no solo predicaba el amor, lo practicaba. Renunció al resentimiento incluso con quienes lo torturaron. Esta ética del perdón, más que religiosa, era profundamente política: sin reconciliación, no hay país posible.
5. “Van a tener arrugas y un día se van a mirar en el espejo y tendrán que preguntarse si traicionaron al niño que tenían adentro”
Mujica hablaba al alma. Le recordaba a cada generación que el verdadero éxito no es profesional ni económico, sino moral. La integridad no es una meta lejana, sino una mirada limpia frente al espejo.
6. “Lo que me asusta es el narcotráfico, no la droga (…) por la vía represiva es una guerra perdida”
Valiente y pionero, impulsó la legalización del cannabis no por rebeldía sino por sentido común. Mujica entendió que el Estado debía asumir el control de problemas complejos con racionalidad, no con dogmas ni moralinas.
7. “Triunfar en la vida es levantarse y volver a empezar cada vez que uno cae”
Él sabía de caídas. Y de levantarse. Su vida fue una sucesión de derrotas temporales que, lejos de doblegarlo, lo templaron. Mujica no tenía un discurso de superación personal, tenía una vida como ejemplo.
8. “El Estado es como la caja de herramientas (…) Los que fallamos somos los humanos”
Con una lucidez poco frecuente en políticos, supo distinguir los instrumentos del poder de la ética de quien los usa. Defendía al Estado como garante de justicia social, pero sin dejar de cuestionarlo cuando no cumplía su deber.
9. “No somos solo descendientes de latinos (…) somos descendientes de todos los pobres y perseguidos del mundo que vinieron a soñar con un porvenir”
Su latinoamericanismo no era romántico ni folklórico, era político. Mujica creía en la integración desde la memoria y la diversidad. Nunca renegó de la historia, pero insistía en construir un relato nuevo, sin exclusiones.
10. “Todas las cosas vivas están hechas como para pelear por vivir (…) esto está puesto para darle sabor a la vida”
En su última etapa, Mujica se volvió más contemplativo, más esencial. No renunció al pensamiento político, pero lo unió con el asombro ante lo vivo. Como un sabio campesino que mira una planta crecer y encuentra ahí una razón para seguir luchando.
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