
En el último concierto de la noche, del primer día de Low festival, Javi Ferrara, cantante de Parquesvr, ataviado con un look digno de un retiro cuántico en Benidorm, definió a la perfección el surrealismo máximo en el que se han convertido los festivales hoy:
-«¡Divertíos… pero las camisas ya las habéis traído!». – dijo ironizando en su particular cara a cara con Delaporte. Mientras yo me preguntaba ¿qué es el pop (hoy)?, o ¿qué coño hace la gente con gafas de sol a las cuatro de la mañana?.
Esto se nos ha ido de las manos. O igual es que la música ha perdido gran parte de su carácter disruptivo. La imagen va por encima de las canciones en sí, y las bandas han sucumbido al buenismo imperante metiéndose en un marco estandarizado lleno de letras de amor, en el que lo más «hard» es ver a Shego cantando al sexo y su intensidad.
Igual es que yo estoy viejo, como Black Francis, pero el desfile retro de camisetas de fútbol, mailots de ciclismo y camisas de flores, mezcladas con dosis ingentes de alcohol, me han perturbado bastante hoy. Y más después del rato que me pasé por la entrada al recinto viendo a la peña perdida, en lugar de leer (que es lo que saca de dudas). Creo que tanto pasar vídeos de cinco segundos nos ha atontado más de lo debido, y más que a nada, a la atención general, más pendiente de sacar una foto mona, que de ver la vida real, o escuchar música, de verdad.
Hablando de eso, la noche empezó guay -no sé si se usa ya esa palabra- con un concierto potente e intenso de los británicos The Pale White en el que, a la postre sería mi lugar de acampada: el escenario Radio 3. Los reductos de lo añejo siguen enganchado a los sonidos distorsionados de la guitarra. Las bases pregrabadas y los sintes molan -tampoco sé si se sigue usando esa palabra- como complemento, pero la esencia está en gritar, sacar tu rabia y hacer que quien te rodea se contagie y la saque contigo.
Algo parecido a eso hacen Ginebras, tras dos largos meses sin pisar un escenario. Juls, Raquel, Sandra y Magüi son el exponente de la realidad que la peña esconde tras el jolgorio. Y se puede ser igual de feliz, o más, cantándole a la ansiedad, a bailar en pelotas por la cocina, o al amor de Paco y Carmela. La terapia no tiene que ver con mostrar tu parte buena en un reel. Cuenta, también, obviamente, pero el color puede ennegrecerse sentándose ante un piano, o botando porque quieres olvidar una parte de algo.
El lamparón de sudor no te lo quita ninguna modernez. Y la cerveza, por qué no decirlo, ayuda a relativizar determinadas filias y fobias, al menos, por un rato. A las nueve, me rodearon las canas. A mí no me han salido muchas aún, pero los puretas del indie han pasado al modo nostalgia y ya no van corriendo de un lado a otro, como locos, en busca de novedades, sino, más bien, escogen una forma de volver a su pasado, de alguna manera, mientras alguien les da una tregua cuidando de sus hij@s.
Amaral, en este caso, sustituyó perfectamente bien, al Delorean de «Regreso al futuro». Cantar «Marta, Guille y los demás» o «Cómo hablar» te lleva a bares de otras épocas. Para hacer más latente, que por mucho que te pongas brilli brilli, las arrugas son la muestra del bagaje y, visto lo visto, más que disimularlas, hay que lucirlas con orgullo. Juan, Eva y todos los demás, son la evidencia de que la energía la pierde el que quiere, porque estar está ahí, esperando a ser captada en forma de baile, o de letra. Como el «rompehielos» que se abre camino en el presente, como el torbellino que siempre fue, desde esa timidez compatible que siempre ha caracterizado a la aragonesa con voz de ángel con deje jotero.
Cené viendo una declaración de amor de un hijo a su querido padre, sentado en un sillón muy chick que la organización ha colocado para que descansemos después de mear en un baño mixto , pero irónicamente, sin química. Igual, hay que diferenciarse un poco de lo que tu progenitor te ha dado, pero bueno, es un comienzo interesante lo que el pequeño Ferreiro y sus amigos proponen.
De camino al Vibra Mahou, capté algún resto de Sidonie, de esos que te hacen girar la vista, y te paras, continuando el camino al pasado sólo apto para fascinados que están ahí, a pesar del tiempo. Un hit es un hit, aunque el exceso de escuchas te haga olvidar lo más importante: La primera impresión.
Y hablando de años pasados, resultó que los Pixies sí que hicieron un hueco en su repertorio a las canciones del «Surfer rosa» y el «Doolitle» que reclamábamos en la previa. Mi viejo amigo Edu siempre decía que si es americano y tiene guitarras es bueno. Y los de Boston le dieron la razón en su regreso, 7 años después, al escenario grande del Low. Como dicen en uno de sus últimos hits la vejez te vuelve «so» «(im)paciente». Entre un padre y un hijo noruego, algún guiri que se había gastado 60€ para verlos y los canosos selectivos del concierto de Amaral, hicimos una especie de canto a la nostalgia (tercera parte, de la noche). Tanto que ahí me quedé hablando la hora y pico que separó el «Bye Benidorm» de Black Francis, del principio fulgurante del concierto de Shego.
El cuarteto madrileño, refresca el powerpop de The Gogo´s. Lo bueno de esta involución que tuvo el indie de la década pasada, es que las 6 cuerdas vuelven a tener protagonismo y que las mujeres empiezan a ser mayoría. ¡Por fin! Cuando una banda transmite la felicidad que siente tocando, el feedback es inmediato. Si a eso le unes, que con un disco publicado, y algunos singles, no puedes perderte en medianías, pues el éxito, aunque no lleve implícita la etiqueta mainstream, está asegurado. Yo me lo paso bien así, y mira tú por dónde, muchos de esos con las camisetas de colores, coincidieron conmigo por una vez.
Y el telón de la noche épico lo he citado al principio. Parquesvr fue el colofón perfecto del viernes. Más que nada, porque hay que darle una vuelta a la experiencia que venden a los no musiqueros para ir a un festival. En esencia, no daba tanta pasta, pero el jolgorio con crítica y conversación y risas se echa de menos. Y esta buena gente, hace poesía del problema real del ciudadano medio. Yo sé que las 4 de la mañana no es hora para ponerse trascendental, «la camisa ya la habéis traído» y lo bueno de la libertad es que cada uno se divierte como quiere, o como puede, Y, tras acumular tanta nostalgia, fue bueno acabar con un sabor de boca diferente. Al fin y al cabo, de eso trataba la música, del matiz que te hacía diferenciarte del resto del clan de tu estilo predilecto. Y en eso, Zülle, Jalabert, Olano, el sociata y el juancarlista llevarían una camisa, sino igual, sí parecida.
Hoy sigue la fiesta, y AQUÍ, te dejamos nuestro itinerario para el sábado.
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