
Comprar libros con la firme intención de leerlos… y luego dejarlos criando polvo en la estantería. ¿Te suena? Bienvenido al tsundoku, ese arte milenario de acumular lecturas pendientes con la esperanza de que un día la vida nos dé tregua. El término nació en Japón, basándose en los libros, pero hoy, aparte de lecturas, se nos acumulan, series, quedadas, películas, conciertos, podcast… y el «chungoku» tiene más de estrés social, y falta de tiempo, que de un trastorno moderno.
A estas alturas, te habrás dado cuenta de que tiempo libre es un mito, pero las novedades editoriales son una avalancha imparable. Compramos por emoción, por miedo a perdernos «el libro del año» o porque, seamos honestos, una portada bonita es difícil de resistir.
Y así, mientras seguimos esperando ese momento ideal para leer (justo después de acabar de trabajar, conciliar, el descanso, la vida social y las cuatro horas diarias con el móvil en la mano)), la pila de libros crece más rápido que nuestra lista de excusas.
¿Es un trastorno? ¿Es una afición? ¿Es una forma refinada de autoengaño? Quién sabe. Lo cierto es que tener más libros de los que podemos leer es mejor que no tener ninguno… hasta que empiecen a amenazar con caernos encima.
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