
Vivimos en una sociedad que nos exige tanto que, casi sin darnos cuenta, dejamos de lado lo esencial: el tiempo necesario para cuidar, escuchar y comprender a nuestros adolescentes. Las largas jornadas laborales, el estrés cotidiano y la búsqueda constante de una vida que aparenta ser ideal, nos alejan de lo que realmente importa: saber qué hacen, qué sienten y cómo se enfrentan a los retos de su día a día.
Esa falta de tiempo y atención tiene consecuencias que se reflejan en las aulas. El absentismo escolar, que tradicionalmente se asociaba a problemas familiares o económicos, ha evolucionado. Hoy, los adolescentes se enfrentan a nuevas realidades que los alejan de las aulas: la adicción a las tecnologías, las dificultades para gestionar sus emociones y la ansiedad provocada por las exigencias académicas.
Así lo ha evidenciado el proyecto europeo SOS-Attendance, coordinado por la Facultad de Educación de la Universidad de Alicante. En este estudio han participado más de 1.500 estudiantes de distintos centros educativos de la provincia y los resultados son claros: casi un 7% de los jóvenes reconoce haber faltado a clase de forma reiterada en el último mes por culpa de su dependencia a videojuegos o redes sociales. A esto se suman los casos de ansiedad social o académica, una señal de alarma que evidencia que los adolescentes no se sienten plenamente integrados ni apoyados dentro del entorno escolar.
Los motivos han cambiado, y con ellos debe cambiar también la forma de afrontar el problema. La prevención, la formación y la comunicación se convierten en herramientas imprescindibles. No se trata solo de reaccionar cuando ya es tarde, sino de generar espacios de diálogo, de fortalecer el sentimiento de pertenencia y de intervenir antes de que los jóvenes se alejen del sistema educativo.
Este proyecto, en el que también colaboran centros educativos de Portugal, Italia y Turquía, pone el foco en los países del sur de Europa, donde las cifras de abandono escolar siguen siendo preocupantemente altas. La realidad es común: adolescentes que, en silencio, se sienten desbordados, incomprendidos o aislados, mientras los adultos, absorbidos por el ritmo frenético de la vida diaria, no encuentran el momento para detenerse, observar y actuar.
Lo urgente es recuperar ese tiempo perdido. Estar presentes, más allá de lo material. Porque solo así podremos comprender lo que realmente sucede en la vida de los adolescentes y acompañarlos antes de que sea demasiado tarde.
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