Alicante lleva años acumulando infraestructura, talento y actividad cultural suficiente como para pensar en grande. No hace falta inventar nada: basta con mirar con realismo a lo que ya existe —y a lo que podría articularse— entre el MARQ y el ADDA. Ese recorrido, si se entiende como un todo y no como piezas aisladas, conforma uno de los corredores culturales urbanos más potentes del Mediterráneo.
Desde los 2 Castillos como eje patrimonial Las Cigarreras, el MACA, el MUBAG y el Palacio Provincial, hasta el Centro 14 en su vocación cultural, el Palacio del Portalet o el Teatro Principal, Alicante ya dispone de un ecosistema real, consolidado durante la última década. No es una utopía: es una base existente y activa que, con una inversión sostenida del IVC y del Ministerio de Cultura, podría situar a la ciudad en otra liga. Y, puestos a ampliar la mirada, sería lógico recuperar espacios como el Ideal, el Cine Astoria, La Británica o incluso el antiguo Cuartel de la Guardia Civil para darles un uso cultural estable. El potencial está ahí; falta articularlo.
En este contexto, la plaza de toros puede encajar como una pieza más, no como el proyecto central. La posibilidad de cubrirla para convertirla en un recinto apto para grandes conciertos todo el año solo tendría sentido dentro de un planteamiento global que entienda la cultura como una red de espacios conectados y complementarios —no como operaciones puntuales sin estrategia—. Como equipamiento, funcionaría además para liberar al ADDA y permitir que el auditorio refuerce su programación de alto nivel.
Pero la ciudad no termina en ese eje. Existe una “Zona B” igualmente potente que va desde el Puerto hasta el Arniches, Las Harineras, La Lonja del Pescado, la SEU, la Casa Bardin o Casa Mediterráneo (y su museo adyacente por construir). Espacios distintos, con lenguajes diferentes, que podrían integrarse en una estrategia más amplia para cubrir todos los perfiles culturales: contemporáneo, experimental, patrimonial, institucional, universitario.
A esto se suma el polo musical de Área 12, y una oferta privada que sostiene el pulso cultural diario: Vearte, Marearock, El Refugio, El Taller Tumbao, El Búnker, Ocho y Medio, Söda, Stereo… lugares que producen escena local, que arriesgan y que mantienen viva la cultura de base. Y no se puede olvidar la red de centros sociales, el flamante Abaseis, la reubicación del Conservatorio, la EASDA, retomar Benisaudet como «Casa de la Literatura» o dotar de lo necesario a las bibliotecas de los barrios, que necesitarían un presupuesto acorde a su papel.
Con todos estos elementos, la pregunta no debería ser si Alicante puede aspirar a algo así, sino por qué no lo está haciendo ya. Si las instituciones entienden que este ecosistema no es una burbuja ni un capricho, sino una realidad madura, y si existe coordinación entre Ayuntamiento, Diputación, IVC y Ministerio, Alicante podría reclamar con legitimidad convertirse en capital cultural de la Comunitat Valenciana a todos los efectos, con su sede en uno de los muchos lugares citados (no en un pedazo del Arniches).
La provincia entera acompaña esta visión: festivales de referencia, más de 40 teatros municipales, decenas de museos y Casas de Cultura. Y con una red de transporte (tren, Tram y autobuses) que conecte estos núcleos, la proyección sería enorme.
No se trata de soñar: se trata de mirar lo que ya se ha construido en los últimos diez años y asumir que, si se ordena, se financia y se comunica como una unidad, el resultado podría ser espectacular. Alicante tiene la base. Tiene los espacios. Tiene los públicos. Solo falta creer en ello y actuar en consecuencia.
Y entonces sí: sería la hostia. Pero para eso, hace falta hacer política. A ver si de una vez se ponen y las cosas se extienden más allá del periodo electoral, sin pelotazos, ni burbujas. Sólo pensando en Alicante, el medio-largo plazo y su oferta cultural.
















El transporte falla, es dificilísimo culturalmente cuadrar Alicante con el medio y alto vinalopó teniendo en cuenta que las 19 h es la última hora aprox.
Hola Juanjo!
Esa es la clave, considerar Villena, Villajoyosa o Torrevieja, como una parte de la oferta. En Madrid, hay centros culturales en poblaciones a las que tardas una hora en llegar en Metro. Pero llegas (y vuelves). Aquí el desastre es manifiesto y es uno de los grandes cambios estructurales que demanda – ya no la cultura – sino la vida.
Un saludo