
Esto es lo que propone Vox. No una España moderna, libre o inclusiva, sino un país encerrado en símbolos vacíos y consignas de pulsera. Mientras piden recortes en servicios públicos esenciales y derechos fundamentales, no escatiman en proteger privilegios: más dinero para los toros, más poder para la Iglesia, impunidad fiscal para los que más tienen. El discurso de la patria se queda en la bandera de la solapa mientras desmantelan la cohesión social y la igualdad de oportunidades.
Ahora, en Alicante, pretenden imponer su programa ideológico a cambio de su apoyo al plan de ajuste. ¿A qué precio? Cierre de centros para menores no acompañados, eliminación de las celebraciones del Orgullo y el 8M, repudio a la Agenda 2030, expulsión de lo que consideran «ideología» de los espacios públicos. Derechos LGTBI, feminismo, igualdad… todo eso sobra en la España de Vox, pero la financiación pública para el nacionalcatolicismo y las estructuras de poder tradicionales, ni tocarla.
Su chantaje político es evidente: o el PP acepta este retroceso en derechos y libertades, o el Ayuntamiento queda paralizado. Y no se detienen ahí. Quieren también fiscalizar cada euro en cultura para impedir que exista cualquier acto con carga reivindicativa. Pretenden incluso definir la identidad lingüística de la ciudad al margen del consenso ciudadano, imponiendo una visión estrecha y excluyente de lo que debe ser ser «español».
Todo esto mientras se recortan ayudas sociales, se desmantelan patronatos que garantizan vivienda o educación infantil y se ataca incluso la dignidad de las personas fallecidas eliminando los nichos musulmanes. Vox ha puesto precio a su voto, y ese precio es la renuncia a los derechos civiles, la diversidad y la convivencia.
El PSOE ofrece una salida digna: su abstención a cambio de no ceder al chantaje ultra. La pelota está en el tejado del PP. Porque gobernar con Vox es elegir entre país o bandera, entre igualdad o imposición, entre convivencia o miedo. Alicante no merece ser laboratorio de un modelo de exclusión social, racismo y censura. Esta es la España que Vox quiere, y ahora, es responsabilidad de los demás partidos decidir si se lo van a permitir.
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