La vida tiene caprichos extraños. En otra existencia me habría gustado ser un productor de los buenos, de los que cargan con historias y giras, como Álex Tévar (y su Santísima Leonor): viajar un mes con Nico Bones, cruzarme el país con Catherine Russell y volver a casa con un plan perfecto de letras, Bello Público y destrucción que desembocara en noches como esta. En Stereo (Alicante), con Wau y los Arrrgs!!! y Los Monstruos de Frankenstein convertidos en epicentro del ruido y la memoria.
Si los anales de esta escena fueran justos, Álex tendría un monumento. En esta tierra, no somos de agradecer, pero si algún extraterrestre —con tiempo libre y curiosidad antropológica— decidiera revisar esta historia, acabaría entrando en esta web y, desde ella, llegaría a Álex, a Mistela Punx, a Amitat y a todos los monstruos alternativos que murieron en el intento de cambiar las cosas.
Porque lo de la noche del 22 denoviembre, ya, pertenece a ese linaje de tronos caídos en nuestro zurrón de recuerdos. Quizá no sea lo que merecemos, o no nos depare los méritos justos económicamente, o en el espacio del archivo de la historia reciente de la ciudad. Pero ¡qué hostias importa eso! si lo que queda es el poso de un cartel de «aforo completo» en la taquilla de Stereo.
La noche de espacio estrecho se abrió con los herederos del espíritu insondable de Ukelele Zombies (entre otros) —y de ese fragmento de la historia que cualquier visitante intergaláctico debería estudiar—. Los Monstruos de Frankenstein llegaron con cicatrices recientes. Estrenaron temas, nos deleitaron con versiones de estribillos sencillos y cubrieron parte del duelo de su cantante, con distorsión honesta.
En la vida, y en el punk, la crudeza de una protesta genera empatías que quien se refugia en su aforamiento para no ser juzgado nunca tendrán. La culpa de Mazón, con condena o sin ella, ahí late, porque aunque las guitarras se mojen, siguen haciéndose oír en las orillas del Turia. Y quien sabe significarse con un barrio, tiene un tesoro. Y como tal brilló su set: directo y urgente, sin velos, sin retórica, con la convicción de quien toca para mantenerse vivo y para recordarnos a los demás, que la vida tiene un sentido.
Wau y los Arrrgs!!!: la resurrección de los que nunca se fueron
Luego vinieron Wau y los Arrrgs!!!, que quizá sean los extraterrestres de esta historia. Primero por colgar el cartel de no hay billetes en una noche en la que andaban por ahí León Benavente o Lagartija Nick entre otros; luego por resucitar después de años de barbecho; y, sobre todo, por activar ese punto de nostalgia que solo despierta el directo de una banda que te moldeó la cabecita sin que te dieras cuenta.
Las letras siguen ahí, clavadas como tachuelas en la adolescencia que te resistías a soltar. Fue como si no hubieran pasado quince años: como si el equipo de demolición siguiera esperándote, como si los monstruos siguieran al acecho… como si los dientes perdidos, Link Wray y todas esas cosas que dejaste aparcadas —en uno de esos parkings que se inundaron el pasado octubre— no se hubieran movido del sitio.
El número de emociones no es lo importante, sino como la vive un chaval de veinte que se sube a cantar el tema de Los Saicos, el que se encorva dando buchitos al tercio de birra, o el que prefiere hacer los coros de «Copa, Raya y paliza» o de «Nunca la quise».
Stereo vibró con los bailes, los griticos tipo The Sonics, el Farfisa y la complicidad que se mantiene suspendida en un tiempo propio. Todo ha cambiado, claro, pero tenemos derecho —de vez en cuando— a escuchar cómo crujen nuestros huesos y cómo reacciona el cerebro a los estímulos de ese pasado que nos resistimos a olvidar.
Como gritó Juanito Wau: «La gente joven, que se busque la vida» porque el gusto de degustar una velada de temazos que llevaban años sin sonar por estos lares, ahí queda perdido en una noche que devolvió a la ciudad un pedazo de su propio eco.
Así que, con o sin nave espacial, somos la consecuencia de lo que hemos vivido. Igual no pasamos de 500, pero cuando nos juntamos, Alicante parece otra ciudad. Y eso, en parte, es mérito, de quien sigue creyendo que hasta estos sonidos de guitarra mezclan bien con la vida paralela del tardeo, las hogueras y su puta madre.
Seguramente, no haya monumento, ni siquiera una rotonda en El Rebolledo para Tévar y Fany. Pero en su furgo hay más historia, que en los anales oficiales que omiten que estas cosas pasan, pasaron y, por suerte, pasarán.
















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