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El humor: ese campo de minas

1 de abril de 2025 por Quefas Deja un comentario

Hoy es el día de las bromas y, sinceramente, estoy encantado. Encantado de evitar cualquier contacto humano que implique sorpresas idiotas. No es que odie el humor, al contrario, me encanta reírme. Pero hay una diferencia crucial entre el buen humor y el «jajaja, menuda hostia, casi se muere». Nada que ver.

El humor, nos dicen, es subjetivo. Claro que lo es. Como el gusto por la piña en la pizza o la afición a ver documentales de tres horas sobre la migración de los cangrejos. Lo que pasa es que hay humores y humores. Reírse de uno mismo es un arte. Saber contar un buen chiste, una ciencia. Pero jugar con el hecho de llevarte al límite del infarto no tiene ni puta gracia.

Hablemos de los sustos. Hay gente que se muere, literal y clínicamente, por un buen susto. Otros no se mueren, pero se cabrean tanto que la broma termina en una hostia con la mano abierta. No se puede culpar a la biología por reaccionar a la estupidez ajena.

Luego está la cuestión de «lo que hace gracia». Porque una cosa es que no me ría con ciertos chistes y otra que piense que mi sentido del humor está en un pedestal inaccesible para el resto de los mortales. Pero de verdad, hay niveles. Hay el humor agudo, ese que te hace pensar y reír al mismo tiempo. Luego está el humor absurdo, que si está bien hecho, puede ser sublime. Y después viene el humor de: mira cómo te mancho la camisa, o te jodo el móvil con esta sutileza que tiene la gracia en el ojete.

La evolución del humor es un misterio. Hemos pasado de los bufones medievales, que se jugaban la cabeza por una broma mal recibida, a los influencers que hacen bromas en la calle y terminan con una denuncia por alteración del orden público. La historia no nos ha enseñado nada, porque, en realidad, lo que importa es el contexto y en este mundo de susceptibles hay que llevar cuidado.

En fin, que reírse está bien. Pero no a costa de la salud mental y física de los demás. Así que, si alguien hoy se acerca con cara de «tengo una sorpresa para ti», ya sabes: sal corriendo. Tu corazón y tu dignidad te lo agradecerán.

Publicado en: Estilo de vida, opinión, REVISTA, WORLD




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