
A mí me vais a tener que explicar muy despacito cómo es eso de que Katy Perry yendo al espacio por diez minutos —diez minutos— se convierte, de repente, en un hito histórico para la igualdad de género. Sin desmerecerlo… yo debo estar viendo otra película. Igual es que me he equivocado de sala y me he metido en una de ciencia ficción mala.
Según algunos titulares llenos de purpurina y falta de contexto, que una cantante pop se suba a una cápsula de Jeff Bezos y cruce la línea de Kármán durante el tiempo que tarda en sonar Firework es una “inspiración para las mujeres de todo el mundo”. Lo que no dicen es que, mientras ella flotaba grácilmente en gravedad cero, la NASA despedía a investigadoras reales, mujeres de ciencia de esas que no llevan lentejuelas pero sí décadas de trabajo a sus espaldas. Ah, y de paso, eliminaba sus biografías de la web. Como quien borra una pestaña del historial para que no moleste. Por no hablar de que Valentina Tereshkova ya se dio una vuelta por el espacio en 1963.
Imagino la cara de Sara García Alonso, nuestra primera astronauta española, leyendo los titulares. Igual se le atraganta el café. O igual ya ni se inmuta, porque este tipo de espectáculo ya es rutina. Un mundo donde ser mujer y científica apenas tiene eco, pero si eres millonaria y te montas en una nave que parece un supositorio gigante, de pronto eres heroína del siglo XXI.
Y no hablemos del coste ecológico de estos viajecitos al vacío: toneladas de combustible para que cuatro ricos floten diez minutos y se hagan la foto. Lo llaman turismo espacial, yo lo llamo postureo estratosférico. Lo que contamina no es el CO₂, es el ego.
La guinda del espectáculo la puso Katy al aterrizar: se tiró al suelo y lo besó como si volviera de Marte tras una odisea de veinte años, o como si hubiera sobrevivido a una peli de Christopher Nolan sin subtítulos. Por favor.
Reír por no llorar. Mientras ellas, las de verdad, las que se pasan la vida diseñando satélites, calculando trayectorias, desarrollando materiales y entrenando en cámaras hiperbáricas, son invisibilizadas. «The show must go on», aunque sea a costa de borrar a quienes de verdad construyen el futuro.
¡Así va el mundo! (y las estrellas cercanas).
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