El Pequeño Festival del Fuego cerró su tercera jornada con la pólvora precisa para arder sin consumirse. Si el sábado ya se encendió la estepa, el domingo —día del Señor (pirotecnic)— tocaba sesión doble con los australianos Hoon y el amigo Nestter Donuts.
El Jendrix, con ciertas reminiscencias de Mono, y el sello cada vez más reconocible de Mistela Punk, fue el punto de ignición de un ritual pagano de garage, sudor y mistela que solo podía darse en Alicante y así.
El plan de tarde empezó con Nestter Donuts, ese hombre orquesta errante, capaz de generar una tormenta de verano él solo con un bombo, una guitarra, un disfraz de tigre y mucho sudor. Lo suyo es un exorcismo andalucí en clave surf-punk, entre el costumbrismo ibérico y el cabaret cochambroso. Entre speech y speech dedicados a su madre (presente entre el público) hizo sudar al personal a base de ritmos frenéticos, carcajadas y escupitajos de energía, como si ese Elvis (que no tuvo suerte con su progenitora) hubiese sido reencarnado por Valerio Lazarov en un especial de Nochevieja. Si el sábado la estepa ardía, aquí la combustión era espontánea con colaboración incluida, y temas dedicados a novias francesas, militares y toreros muertos.
Chupito de mistela (literal) para invocar al demonio de Nunca (Hogueras) Jamás. Y tras el ritual, llegó el estruendo.
Desde Australia, Hoon se marcaron el mejor set del concurso no oficial de mascletàs 2025. Un bolo sin trampa ni cartón, con más actitud que poses y un sonido sucio, directo y contagioso. El trío se desenvuelve entre el punk acelerado, el garage de toda la vida y una ironía muy suya que conecta con el personal sin necesidad de saber qué demonios están diciendo. Son de esos grupos que te ganan aunque no quieras. Literalmente, saltaron chispas.
Se repitió parte del público del sábado, lo que ya es un milagro sin campaña de difusión más allá del boca-oreja. Mismos códigos, mismas camisetas negras, pero generaciones distintas. La herencia compartida del Mono, del añorado farfisa, del ruido como forma de comunión. Y mola que los nuevos no lleguen a la treintena, pero se expresen como si llevaran quemándose desde los noventa. El relevo es necesario para que esto no se quede en cuatro días de Hogueras y un plan mensual en El Bunker.
El Pequeño Festival del Fuego, en este tercer día, no fue tan pequeño. Le queda una cuarta traca el martes con Los Fiestones. Pero lo del domingo fue familia, sudor, y esa sensación de que el ruido, el bueno, todavía puede ser una forma de resistencia. Que corra la cerveza, la guitarra y el aire caliente. A la espera de la fresca y con abanico negro. Como debe ser.
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