
- el ecoparque de Aguamarga, colapsado y sin soluciones
- Los vecinos hacen colas de hasta dos horas para deshacerse de escombros mientras proliferan vertidos ilegales por toda la ciudad
El ecoparque de Aguamarga, el único que existe actualmente en Alicante para la recogida de residuos domésticos y escombros, se ha convertido en un auténtico cuello de botella. Las colas de vehículos esperando para acceder superan en ocasiones las dos horas, y muchas personas terminan marchándose con los residuos de vuelta a casa o, peor aún, dejándolos abandonados en puntos no autorizados, contribuyendo así a un problema creciente: la proliferación de escombreras ilegales por toda la ciudad.
Podría ser el guion del corto ganador del Goya «La Gran Obra», pero no, es la vida real y es en Alicante. La situación no es nueva, pero sí cada vez más alarmante. Según datos recientes, solo el 32 % de los escombros que llegaron en 2024 a la planta del vertedero procedían del ecoparque o de los servicios municipales de limpieza. El resto, en su mayoría, sigue un destino incierto. Muchos residuos acaban esparcidos por caminos, solares o incluso a escasos metros del propio ecoparque, que permanece saturado e inoperativo durante horas.
Alicante debería contar, de acuerdo al Plan Integral de Residuos de la Comunitat Valenciana, con al menos cuatro ecoparques. Sin embargo, solo existe Aguamarga, y no se ha dotado ni del número de contenedores ni de las infraestructuras necesarias para hacer frente a la demanda real. Se calcula que harían falta entre 40 y 60 cubas para cubrir adecuadamente las necesidades de la ciudad, y actualmente la cifra está muy por debajo.
Además de la falta de instalaciones, el ecoparque ni siquiera cumple con la normativa técnica vigente, que exige mejoras en accesos, contenedores e iluminación. Estas adaptaciones debieron haberse realizado antes de abril de 2020, pero no se han llevado a cabo, lo que convierte el actual modelo en una anomalía legal y funcional.
La consecuencia directa de este abandono es una ciudad cada vez más salpicada por puntos de vertido ilegal, que no solo afean el entorno urbano, sino que también suponen un riesgo ambiental y sanitario. Esta permisividad hacia el colapso de un servicio gratuito parece, además, favorecer indirectamente el negocio del vertedero privado, donde sí hay que pagar por deshacerse de los escombros.
El problema no solo afecta al paisaje de Alicante: también es un reflejo de una gestión ineficaz, que ha ignorado durante años las necesidades reales de una ciudad en crecimiento. Mientras no se habiliten nuevos ecoparques, se multipliquen los contenedores y se adapte Aguamarga a la normativa, Alicante seguirá consolidándose, tristemente, como la ciudad de las escombreras ilegales.
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