
Con la llegada del verano vuelve el debate en la hostelería de Alicante, pero la pregunta no debería ser si falta personal, sino por qué nadie quiere trabajar en condiciones indignas. Mientras ARA y APEHA insisten en que el problema es la falta de mano de obra y alertan del «riesgo de cierre de servicios», los sindicatos lo tienen claro: lo que escasea no son trabajadores, sino empleos dignos.
Y no es para menos. Alicante se ha convertido en un escaparate de la especulación turística: proliferan los pisos turísticos, se disparan los alquileres y el coste de vida sube sin control. Pero los sueldos, sobre todo en sectores como la hostelería, siguen estancados o directamente en mínimos. La «calidad de vida» de la que presume la ciudad es una quimera para quienes la sostienen con jornadas interminables, sin días libres y cobrando salarios que apenas superan el mínimo legal.
En un interesante debate con declaraciones cruzadas en la Cadena Ser, Gabriela Córdoba, presidenta de ARA, lamenta la dificultad para encontrar personal, pese a que –según ella– «las condiciones son bastante buenas». Pero la realidad contradice ese discurso empresarial. Ya no se exige experiencia, se ofrecen contratos temporales y sueldos que rozan la pobreza laboral. Lo que hace apenas tres años podía parecer aceptable, hoy es simplemente inasumible para quien no quiere vivir en la precariedad permanente.
APEHA culpa a la falta de documentación en muchos candidatos, como si la raíz del problema fuera migratoria y no estructural. Nada se dice del agotamiento de un modelo que exprime a los trabajadores mientras maximiza beneficios en plena temporada alta.
Los sindicatos, en cambio, lo explican sin ambages: el verdadero problema es que los puestos que se ofrecen no permiten vivir. Jornadas extenuantes, salarios de 1.252 euros brutos (muy próximos al SMI), apenas descanso y nula conciliación. Así es imposible retener talento, formar plantillas estables o atraer profesionales cualificados.
Michel Martín (UGT) y Yolanda de la Casa (CC.OO.) lo repiten con claridad: o se dignifican las condiciones laborales o el sector seguirá cayendo en su propia trampa. Porque mientras la patronal exige formación, idiomas y polivalencia, el 95% de los trabajadores siente que sus sueldos no reflejan el esfuerzo que se les pide, y más de un 40% cobra por debajo de la media nacional.
Alicante vive una contradicción explosiva: presume de ser destino de excelencia, pero trata a su fuerza laboral como desechable. Y mientras no se cierre esa brecha entre el precio de la vida y el valor del trabajo, la hostelería seguirá enfrentando veranos de emergencia… y no por falta de camareros, sino por falta de vergüenza empresarial.
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