A Trump se le llena la boca, con la construcción de un muro en los límites que separan su querida U.S.A de México. Es obvio que el presidente y sus secuaces pretenden eliminar el debate de la ecuación, pero lo quieran o no, sus decisiones tienen implicaciones económicas, sociales y culturales para Estados Unidos y el resto del mundo.
Esta medida, aunque la envuelvan convenientemente en fakes y discursos de seguridad y soberanía, podría convertirse en un acto de autarquía que no tiene en cuenta las realidades de un mundo interconectado. Antes de colocar el primer ladrillo, es importante reflexionar sobre lo que Estados Unidos estaría dejando fuera de su alcance.
En el exterior, hay aproximadamente 7.000 millones de personas, o como podría preferirse llamar en términos económicos, consumidores. Esta cifra representa un mercado global que podría modificar sus hábitos de consumo con rapidez. Por ejemplo, un estudio de Counterpoint Research revela que los usuarios en mercados emergentes como Asia y Latinoamérica pueden cambiar de dispositivos como el iPhone a opciones de Huawei, Oppo o Samsung en menos de una semana debido a la competitividad en precio y tecnología.
La industria textil también enfrenta una competencia feroz. Mientras marcas icónicas como Levi’s representan un símbolo estadounidense, el consumidor global tiene alternativas como Zara, Uniqlo o Massimo Dutti, marcas que han ganado popularidad gracias a su capacidad de adaptación y modelos de producción rápida.
En el sector automotriz, la dependencia de los consumidores globales de marcas estadounidenses como Ford o Chevrolet también está en riesgo. Datos de la International Organization of Motor Vehicle Manufacturers muestran que marcas como Toyota, Hyundai, y BMW ya dominan los mercados globales debido a algo que no gusta mucho en el nuevo gobierno estadounidense: su innovación tecnológica y eficiencia. La preferencia por estos fabricantes podría acelerarse si el proteccionismo limita las opciones disponibles.
Las implicaciones culturales también son significativas. La hegemonía del entretenimiento estadounidense, desde Hollywood hasta plataformas como Netflix, enfrenta un creciente desafío de producciones latinoamericanas, europeas y asiáticas. Películas como “Parasite”, que ganó el Óscar a Mejor Película en 2020, demuestran que la narrativa global está cambiando. Además, el turismo también podría redirigirse. Alternativas como los parques Xcaret en México, las maravillas arquitectónicas de Europa o los tesoros históricos de Sudán y Egipto ofrecen experiencias culturales ricas que rivalizan con los destinos estadounidenses.
Desde una perspectiva histórica, ninguna de las maravillas del mundo antiguo o moderno se encuentra en Estados Unidos. Las pirámides de Egipto, México y Guatemala son testigos de civilizaciones que trascienden fronteras y muros. Mientras tanto, marcas deportivas como Adidas y opciones locales como los tenis Panam en México también desafían el dominio de Nike en mercados clave.
La interconexión económica global hace que las medidas de aislamiento sean insostenibles a largo plazo. El Wall Street Journal advierte que una reducción en la demanda global de productos estadounidenses podría tener efectos devastadores en la economía del país, con aumento del desempleo y desaceleración económica. Esta realidad podría convertir el muro en un recordatorio de las consecuencias de la desconexión.
En lugar de construir barreras, la solución reside en fortalecer la cooperación global y reconocer el valor del intercambio cultural y económico. La verdadera fortaleza no radica en separarse del mundo, sino en liderarlo con empatía y visión.
Firmado, El resto del mundo.
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